Ese día salí de una reunión por un tinto como es mi costumbre. De repente, un conocido me saludó con una actitud fraternal que hace mucho no sentía. Llegó a la mesa de la cafetería en la que estaba sentado y me dió un abrazo que no rechacé. Sentí sus brazos en mi espalda con par golpecitos y con ello, su olor a ropa húmeda y su sonrisa de oreja a oreja. Venía acompañado de una mujer de más o menos 22 años que al parecer era la pareja del momento. La mujer se presentó y ambos se sentaron en frente a mí.
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