La lectura miope de Duque con respecto de la coyuntura actual está exacerbando aún más los ánimos. El gobierno escucha de manera fragmentada, desarticulada e intransigente, tratando de embutir una agenda que no responde a las demandas del paro y que solo profundiza las diferencias entre los sectores protegidos por este mandato (que son una minoría), contra todos aquellos que se sienten relegados por unas políticas que fortalecen al establecimiento en detrimento del bienestar del pueblo. Mientras la gente exige unas condiciones mínimas de vida que garanticen los derechos fundamentales que están consagrados en la Constitución Nacional, Duque presenta como grandes logros decretar tres días sin IVA al año y la conformación de un gran holding para agrupar a catorce empresas del Estado. La primera medida equivale a un bazar de descuentos en cualquier madrugón de carpa sin mayor impacto estructural en las finanzas familiares. La segunda precariza aún más las condiciones y la estabilidad de los empleados del Estado que ven cómo se fragua desde el Gobierno una masacre laboral y se prepara una privatización masiva de las empresas del Estado, tal y como corresponde a un gobierno tremendamente neoliberal en lo económico y descaradamente mojigato en lo ideológico.
La desconexión de Duque con una realidad que lo abruma y lo supera mientras pasa el tiempo (que él deja pasar con anuncios tan inverosímiles como que el diálogo se extenderá hasta marzo de 2020 con las brasas de la protesta ardiendo), están desnudando del todo su falta de liderazgo y sus graves limitaciones como estadista, lo que está desesperando hasta a sus propios copartidarios que quieren precipitar un vacío de poder para llenarlo de totalitarismo. Como si este cóctel macabro de ineptitud, falta de experiencia, debilidad de carácter e incapacidad para comprender una realidad compleja fuera insuficiente, ahora se meten con la vida privada e intimidad del subpresidente, una jugada que, no me cabe duda, viene de “fuego amigo” para seguir minando su mandato. Con esto pretenden darle oportunidad a la mano dura de la vicepresidente que a la hora de apuntar las armas contra el pueblo ha demostrado que no tiene escrúpulos. La operación Orión de 2002 aún sangra en las comunas de Medellín.
En resumen, lo que parece que es una oportunidad para derrocar a un gobierno por las protestas populares como nunca antes se había percibido, en realidad tiene babeando a los amantes del totalitarismo y la represión como Fernando Londoño Hoyos, que sueña con ser un rey espartano en la Grecolombia con la que delira todos los días en la radio. Su prepotencia intelectual salida de la nada y sus alucinaciones de mariscal nazi no le permiten ver que no es más que un cándido azuceno en decadencia que ya no soportan ni en su propio partido. Sin embargo, no se debe subestimar a este grupúsculo reaccionario y violento de buitres oscuros (o águilas negras) que quieren pescar en el río revuelto de las protestas para imponer un gobierno autoritario y represivo cuando Duque no aguante más. Porque Londoño Hoyos solo es la cara demacrada y la voz gagá de un sector peligrosísimo y muy poderoso que ven una dictadura de Uribe con buenos ojos.
Quizás a estas alturas de mi columna muchos estén pensando que solo soy un conspiranoico más, pero la reacción de las autoridades en las calles me tiene realmente preocupado. Esos atropellos injustificados contra millares de manifestantes pacíficos, lo que está documentado hasta la saciedad desde la Costa Atlántica hasta Cauca y Nariño, no podrían tener un propósito distinto que llevar a Colombia a un caos premeditado desde las esferas del poder.
Por eso creo firmemente que es un error orientar las protestas hacia el derrocamiento de Duque. Eso es justamente lo que quiere la extrema derecha en Colombia para imponer, vía sucesión constitucional, un gobierno tremendamente represivo en manos de una mujer con una ética blanda, un sentido de lo social inexistente y una demostrada falta de empatía con el dolor humano de las comunidades vulnerables. Cuidado.
Por más teorías, especulaciones e hipótesis que aseguren que Duque fue elegido por la Registraduría y no por el pueblo, como lo aseguran muchos usuarios de Twitter, la verdad es que hasta ahora no existe una prueba contundente de un fraude que explique los dos millones de votos de diferencia que le sacó a Petro en las elecciones de junio de 2018. Ni siquiera Petro se atreve a poner en duda la legitimidad de esa elección en cuanto al conteo de los votos. Por supuesto que hubo fraudes en algunos formularios y eso está documentado, pero no en las dimensiones que lo quieren hacer parecer. No para justificar diez millones de votos. Además, todos vimos como el establecimiento en pleno se plegó a Duque para la segunda vuelta presidencial. Ver a Gaviria, Pastrana y Uribe rodeando a Duque en la misma fotografía explican el poder del clientelismo que se movió en esas elecciones. Ver a los grandes empresarios quemando las naves en publicidad a punta de miedo y fake news para “salvarnos del castrochavismo” no fue ninguna ilusión óptica. Ver que Duque nombró como su ministro de defensa al presidente del sector de comerciantes a pesar de su ineptitud para el cargo evidencia con claridad cuántos hilos se tejieron alrededor de esa candidatura como para afirmar con tanta vehemencia que fue la Registraduría la que puso presidente. Yo no me lo creo, con el respeto de los que creen que sí.
Por eso creo que la elección de Duque por más inconveniente y absurda que haya sido, habla más de la inmadurez electoral y ciudadana de Colombia que de algún fraude electoral. Además, considero que Duque fue elegido en democracia, por más vicios y defectos que tenga la democracia en Colombia, en donde la manipulación de la ignorancia y la necesidad pone fácilmente un presidente. Pero esa es otra historia. El punto es que Duque fue elegido legítimamente por voto popular dentro de una democracia tremendamente viciada por unos defectos estructurales que aquejan a Colombia desde su formación como Nación y que se han ido profundizando a través del tiempo.
Pero Duque ha resultado tan incompetente, débil y falto de carácter, que la extrema derecha teme que este gobierno le esté poniendo el último clavo al ataúd de sus aspiraciones imperiales de Colombia como bastión de la resistencia del fascismo en América Latina. Mueren de miedo porque en 2022 no van a tener más remedio que cederle el poder a la izquierda o a la centro izquierda, lo que por supuesto es la más humillante de sus pesadillas. Y no estamos hablando de cualquier extrema derecha. Estamos hablando además de lo más corrupto y reaccionario del establecimiento. Estamos hablando de ese sector político radical que elimina a sus contradictores históricos. Aquellos que asesinaron a Rafael Uribe Uribe en 1914, a Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y a Luis Carlos Galán en 1989. No solo estamos hablando de una coyuntura, estamos hablando de nuestra propia historia republicana.
Por eso mi llamado es a la sensatez y a comprender que quemar un simple fusible como lo es Duque, por más presidente que sea, en el mediano y largo plazo pueda que sea más perjudicial que beneficioso para esas amplias mayorías que se están expresando a través de la juventud de todas las edades en las calles. Esa es la oportunidad de oro que está esperando la extrema derecha para invocar el discurso trastocado de la autoridad para imponer el totalitarismo. Por eso vemos al ESMAD desplegado por todo el país coartando libertades y derechos de manera injustificada y arbitraria. Por eso los vemos disparándole a mansalva a jóvenes desarmados, deteniendo periodistas e intimidando ciudadanos que lo único que hacen es manifestarse de manera pacífica. Son perros rabiosos respondiendo a las órdenes de sus amos para morder al pueblo y demostrarle a la gente común que manifiesta su inconformidad de qué lado están las armas, de qué lado está la violencia, de qué lado está la agresividad de un régimen que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para mantener el poder.
El ESMAD no actúa autónomamente. Simplemente obedece órdenes. Y esas órdenes las da el Poder Ejecutivo, desde lo nacional hasta lo local. Hay que pensar con toda desconfianza y temor sobre quiénes son los personajes que mueven los hilos para que un presidente o un alcalde le exijan a los comandantes de policía que actúen con tanta arbitrariedad y violencia contra la gente que sale a las calles a manifestarse. Allí hay propósitos e intenciones maquiavélicas que no hemos podido analizar ni dimensionar al fragor y la emoción de las protestas que están trascendiendo lo ético para incrustarse además en lo estético generando una cohesión popular pocas veces vista en la historia de Colombia y que usualmente han precedido grandes cambios hacia la consciencia social y la desestabilización del estatus quo. La actitud de las fuerzas policiales y la militarización de las zonas urbanas en todo el país nos deben hacer pensar qué hay detrás de todo esto. En mi opinión, hay una intención clara de la extrema derecha por generar el caos e imponer un régimen autoritario con tintes totalitarios. Esa es mi impresión.
Entonces, acá el bien superior que se debe proteger es el de la democracia. Duque es un simple accidente de la historia puesto allí por el hábil manejo del establecimiento de un discurso soportado en el miedo y la ignorancia. No digo que debamos respaldar a Duque, todo lo contrario, hay que hacerle ver lo que subyace a la reacción de las autoridades que él no controla. Porque él no controla nada. A él lo controlan y él ni cuenta se da, porque no es un tipo hábil ni inteligente. Duque solo es un dandy bien hablado que corrió con suerte por ser el preferido de Álvaro Uribe Vélez, la sombra negra que se ha posado sobre Colombia durante los últimos treinta años. Lo que pretendo con este llamado es que dimensionemos las consecuencias de tumbar a Duque antes de celebrar lo que podría ser la mayor victoria de la extrema derecha que está alistando cuchillo y tenedor para tragarse lo poco que queda de democracia en Colombia.
No le hagamos el juego a la extrema derecha y no caigamos en sus trampas hábilmente puestas durante dos siglos en las que siempre caemos. La malicia no tiene que ver con ser malo sino pensar como lo harían los malos. Y a mí personalmente no me cabe duda. La reacción desmedida de las autoridades para atacar y constreñir las libertades y los derechos de quienes participan en las manifestaciones tiene el propósito claro de minar el mandato del presidente para hacer absolutamente inviable su gestión, forzar su renuncia y dejar allí a Marta Lucía Ramírez, quien sería, a mucho honor de ella, la primera dictadora de la Nación. Es decir, la subdictadora. Porque todos sabemos quién sería el dictador.
Porque aunque en Colombia ya muchos tienen poco que perder, podríamos perder también la democracia, y con ello la oportunidad histórica de recuperar algo de todo lo que nos han arrebatado las élites, el establecimiento y los opresores. Pensemos con inteligencia y no con astucia. La astucia es con la que nos dominan. La inteligencia con lo que debemos reaccionar. Calma y cabeza fría. Es lo que corresponde.
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Buen texto. Comparto lo
Inteligencia. Canalizar el
Interesante análisis. Lo que
Muy acertado
Efecto Mariposa es lo que
Excelente artículo. Saludos
Si muy claro. Uribe y su
Es un buen análisis.
El cronista del artículo se
Buenas noches, Dios te
De los mejores análisis que
No vote por. Duque pero este
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