**No se equivoque. Si tiene una corazonada, una tincada, si ha soñado con el mundial y ha visto a un francés o a un croata metiendo goles y goles en una portería, como si estuviese jugando con un yo-yo pegado a los guayos, o como si se tratara de un partido de tenis, no desaproveche ese aviso del más allá y hágale su apuesta responsable. Hay registros de todo precio $10.000,oo, $20.000,oo en las plataformas autorizadas por Coljuegos que le pueden dar muy buena utilidad si el sueño, si la premonición se cumple.
**Sufro de envidia cuando veo a los futbolistas salir al campo a calentar antes de un partido. Cada uno de ellos con su balón. Y, hasta dos. Se me vienen las lágrimas -(¿ya les conté que soy chilletas?)- al recordar que hace 80 años, cuando jugábamos en el potrero, en Bucaramanga, sólo un hijuemadre tenía balón. Y el carajito, si le metíamos un gol a su equipo, se enardecía y mentando madres –mal mentadas porque era gago—agarraba el cuero y se largaba para su casa. Quedábamos, como dicen en el barrio: ¡mamando! Después el chico se mostraba arrepentido y esa confesión me partía el alma. No me atrevía a romperle la cara. Era más grande que yo.
**Pienso, al ver a estas estrellas con dos y tres balones, en los chicos del mundo que todavía tienen que hacer sus pelotas del trapo de los limpiones de mamá o con los calzoncillos desechables del papá para poder jugar fútbol. Eso lo tenemos que arreglar.
**El tercer lugar del mundial también se deja apostar. Inglaterra, figura como favorita, de acuerdo al árbitro. Bélgica, pagará buen dividendo. Los ingleses no se muestran arrepentidos de lo que han hecho hasta el momento.
**Mañana es la hora de la verdad. Marsellesa a la orden. Mi hijo mayor, Sergio, tenía por costumbre cuando iba a una boda, subirse al púlpito luego de la bendición sacerdotal y cantar en buen francés La Marsellesa. Su propósito era el de que el novio fuera pensando desde ya en su independencia, en su liberación.
**Los ajedrecistas, dada la velocidad de los croatas, no podrán precisar qué jugadas están plasmadas en los recuadros rojos del uniforme. Me pasaron el santo y seña, que ahí está la clave para apostar. No me digan que por esta nota yo soy jugador. No. Soy el jefe de redacción de la Revista El Jugador. ¡Suerte!
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