Soy hincha del “Vinotinto y Oro” desde muy niño. La verdad es que no tengo un motivo explicable para serlo, pues nací en Bogotá y ninguna de las personas que me rodearon en mi infancia seguían el mismo equipo que yo, tampoco se puede decir que el Tolima fuera por ese entonces uno de los “grandes” de Colombia. No obstante, decidí apoyar al actual campeón del balompié colombiano, por una de esas decisiones que uno toma cuando apenas está empezando a vivir y tiene una noción diferente de las cosas, pues, como bien lo sabemos en la actualidad, los infantes no razonan igual que los adultos.
En el 2003, con 12 años, pude ver a por primera vez a los “pijaos” campeones, en una final que se resolvió por penales contra el Deportivo Cali. Después de eso el Tolima ha tenido varios altibajos, llegando a algunos subcampeonatos. Esto hasta el sábado pasado que por fin pudimos campeonar de nuevo. Desde Rusia solo he podido ver del partido el último penal ejecutado por Marco Pérez, que me llegó en un mensaje de Whats App, no obstante, la emoción fue tal que salí sonriente del avión que me transportaba mientras hablaba con otros colombianos, felices de ver a David derrotar a Goliat.
Al final no importa en que parte del mundo uno esté, uno sigue pendiente de las cosas de la “tierrita”, entre esas el Club de fútbol que por uno u otro motivo escogió. Hoy al otro lado del planeta, puedo decir que mi niño interior se encuentra feliz.
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