La crisis es como un virus en mi país. Es una enfermedad a la que te acabas acostumbrando, pero que de vez en cuando deja señales que te demuestra que sigue viva y domina tu vida. Llevamos diez años conviviendo o más bien, coexistiendo con ella con todas sus consecuencias. Lo peor fueron los años del 2011-2015. Tras esos años, nos fuimos acostumbrando a ella, adaptamos nuestra vida como si estuviera desapareciendo. No era el caso, nos habíamos hecho a ella, como te haces a una nueva marca de café o a un zapato que te roza. Nos hicimos más duros.
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