Sostenía su pequeño bolso marrón, su falda descolorida hacía juego con la palidez de su rostro. Sus piernas temblaban como gelatinas a punto de derretirse. Su cara vislumbraba el terror y la desesperanza. Su mutismo le deformaba la boca. Quería salir corriendo, estallar en gritos desaforados. Romper el tiempo con el llanto. Desgarrar con sus uñas la vida para quedar tendida en el suelo de la pobreza moral a la que arroja sin indulgencia las calles sucias saturada de memorias extraviadas, de vidas reprimidas y de luces que se apagan abriendo paso al lado oscuro del corazón.
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