Sus pobladas cejas, oscuras como el azabache, parecen estar allí para enmarcar unos ojos tristes y cansados. Su sombrero café y su camisa a rayas, dibujan fácilmente la estampa de cualquiera de nuestros campesinos colombianos. En sus manos llevaba una vieja guitarra y la interpretó por unos minutos. Deleitó a los presentes con Mama Vieja, aquella hermosa melodía de Los Visconti. Tan humilde él, que ver su foto y saber lo que sucedió me llena de dolor, pero me esfuerzo para que no sea rabia.
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