A Pablo Escobar lo recuerdo con terror. Aún siento que fue él quien llamó a mi casa cuando mi papá era Magistrado de la Corte Suprema en diciembre de 1986 y me dijo “a su papá lo vamos a matar y a usted también” y colgó. Recuerdo nítido ese acento inconfundible que sin gota de remordimiento decía que iba a matar y mataba. Yo tenía doce años y creo que no dormí bien por al menos un par de meses. Debo confesar con vergüenza que me alegré el día que supe que había muerto. Uno no se debe alegrar por la muerte de nadie. Pero yo sabía, a mis 19 años, que ese tipo cargaba un resentimiento tan grande por todo y contra todos que, si no moría, todavía nos podía matar. Entonces esta opinión no surge precisamente de mis ganas de suavizar la imagen nefasta de “el patrón del mal”.
Leer más...