El incentivo que ha determinado el destino político del país, especialmente materializado desde el fatuo gobierno de Andrés Pastrana, ha sido el miedo. El uribismo ha utilizado por más de 2 décadas frases efectistas, mentiras simplificadas y repetidas para construir imaginarios según los cuales continuar bajo la égida de un único sector político dominante y repleto de privilegios es seguro y tranquilo para todos, y, en cambio, pensar en las reformas de justicia social y de política pública es una locura colectiva producto de un espíritu resentido y de “vago levantado” - como si las oportunidades en verdad fueran iguales para todos -, que arriesgan la institucionalidad del país.
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