Dom, 06/13/2021 - 08:47

Detrás del último estamos todos los demás

Es casi infinita la cantidad de variables que los científicos han de tener en cuenta antes de que llegue a la población una última dosis de las vacunas contra el microorganismo que le dio el último soplo vital a este siglo veintiuno, que todavía no terminaba de arrancar ni siquiera con la ayuda de la todopoderosa y omnipotente Internet.

Porque el virus lo hizo como quien no quiere la cosa, como suceden las cosas históricas, de repente y sin previo aviso, en medio de alguna multitud que ni en sus peores pesadillas se imaginó lo que estaba acompañando en el tiempo y el espacio. Eso quiere decir que, aunque hoy, cerca de dos años después del primer caso diagnosticado, todo ya parezca estar funcionando casi con total normalidad, aún tardaremos bastante tiempo en volver a ser nosotros, si es que eso fuera posible, sin duda más tiempo del que nuestros estómagos nos quisieron hacer creer cuando se anunciaron las primeras vacunas.

Y es que, lamento tener que decirlo, pero mi trabajo es escribir las cosas que tengo que decir, el mundo nunca ha funcionado como quienes lo habitan han querido que funcione, y mucho menos como los que no lo habitan quisieran. Las cosas, como las plantas, y se sabe desde las cavernas con dibujos que todavía están vivos miles de años después, tienen sus propios universos y civilizaciones adentro y, todos ellos, sean cuantos sean, se encargan de nacer y renacer las veces que sea, aunque parezca que se están muriendo. Es por eso que, dentro de quién sabe cuánto tiempo, ni los científicos lo saben, ya se dijo, tendremos que volver a vivir el infierno de enfilarnos uno tras otro, sin distinción política ni literaria, para la espera de un algo que el personal médico pondrá en nuestro cuerpo como quien deja palabras por ahí sin percatarse de sus consecuencias, como el que va por la vida haciendo nada más lo que debe hacer.

Así ha sido desde que dejamos de ser animales sanos, y será hasta que regresemos a serlo, tendremos que esperar siempre a lo que venga después del final, porque nada es el final de nada, aunque nuestro corazón quiera persuadirnos de lo contrario. Por eso, también, es que seguiremos siendo humanos, y seguiremos teniendo la sangre en el cuerpo a la temperatura adecuada, porque nuestra especie no se constituye de una cantidad específica de células de diferentes tipos que funcionan como relojes suizos, sino de lo que está a punto de sucedernos y nadie se imaginó ni se imaginará, aunque su trabajo, como el suyo y el mío, sea imaginar.

Me pregunta una señora desde el fondo del salón que por qué hablo acá de las vacunas de dos dosis y no de las de una sola dosis, si son lo mismo. La respuesta es una sola, señora del fondo sin rostro y personas que se preguntan lo mismo luego de que ella les dijera qué pensar: mi trabajo es escribir el mundo, no hablar de economía, aunque sepa que no es infinita la cantidad de variables que los dueños de las farmacéuticas tendrán en cuenta antes de que llegue a la población una tercera dosis de las vacunas contra el microorganismo que está haciendo más ricos a los que ya eran ricos, y que no iban a dejar de serlo, y más pobres a los que no eran ricos ni iban a serlo aunque el apocalipsis zombi recorriera el mundo detrás de un cubrebocas con rumbo a sus familias.

 
 
 

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