Dom, 04/16/2017 - 07:20

Domingo, día de la Resurrección

Fotografía: Guillermo Camacho Cabrera

“En las ciudades circulan muchos automóviles utilizados por una o dos personas, con lo cual el tránsito se hace complicado, el nivel de contaminación es alto, se consumen cantidades enormes de energía no renovable y se vuelve necesaria la construcción de más autopistas y lugares de estacionamiento que perjudican la trama urbana. Muchos especialistas coinciden en la necesidad de priorizar el transporte público”. Encíclica Laudato Sí, del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común.

Resurrección es esperanza, redención, fe y confianza. Amor por el prójimo y por el planeta, salvación y compromiso. Cada domingo de Resurrección, la Iglesia Católica en el mundo festeja el eterno retorno a los valores del cristianismo. Estos revelan al hombre y a la mujer como hijos de Dios (sea este Padre, Fuerza, Energía, Presencia, Divinidad), y no solo creaciones a su merced como en el antiguo testamento.

El paso (la Pascua) de la muerte al renacimiento (la Resurrección), es la propuesta cristiana, reflejada en el Hombre Nuevo, en la Mujer Nueva. En una nueva sociedad más justa, equitativa, solidaria y cercana a unos principios que se hermanan más con el concepto de comunidad (común-unidad) que con el de sociedad.

La semana que termina, el Vaticano reveló en su Anuario Pontificio 2017 y Estadísticas de la Iglesia 2015, que Colombia ocupa el séptimo lugar entre los países del planeta en contar con mayor número de católicos (45,3 millones). Colombia está por encima de España, en Europa, con 43,3 millones, y de Argentina en Sur América con 40,8 millones. El Vaticano calcula que hay 1.284 millones de católicos en el mundo.

Es decir, el número de católicos son una fuerza suficiente para generar cambios positivos, acordes con los valores expresados por Jesús a través de su experiencia de vida, de fe y de su testimonio expresado en los Evangelios.

Salvación, significa, en este contexto, abogar por un planeta más sostenible, por “el cuidado de la casa común”, como llama el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Sí a la tarea que tienen los católicos, entendida en un contexto ecuménico y macro-ecuménico.

La casa es de todos. Y todos nos debemos a su cuidado.

En este sentido, el transporte, y las prácticas personales y sociales alrededor de este, representan unos aportes importantes que el Papa Francisco identifica plenamente en su Encíclica o carta a las iglesias Laudato Sí, que quiere decir “Alabado seas mi Señor”, un retorno a la tierra que entonaba en un cántico san Francisco de Asís.

Francisco, el Papa, se preocupa por la salud ambiental y por los daños que representa para la salud humana la contaminación atmosférica debida al transporte, entre otras fuentes importantes de contaminación. La capa de ozono engrosada por un consumo alto de combustibles fósiles también llama la atención de Francisco. Destaca los esfuerzos, significativos pero pequeños, en obtener formas de transporte que consuman menos energía.

El texto de la Encíclica reconoce que el crecimiento demográfico es compatible con un desarrollo integral y solidario. No se debe culpar al aumento de la población de los desmanes del consumismo extremo y selectivo. Más bien, se debe prestar atención a los desequilibrios (¿inequidades?), en la distribución de la población en el territorio.

Para el Papa, el ser humano todavía puede intervenir positivamente e influir en la realidad de una forma generosa, solidaria y cuidadosa. Y lo hace a través de ejemplos de vida que muestran algunas ciudades, entre los cuales menciona la mejora de los sistemas de transporte público. Francisco da relevancia al transporte público como signo del ejercicio de una ciudadanía ecológica, más consciente con la vida, con el ambiente, con el planeta y con la sostenibilidad.

Relaciona la tecnología, la creatividad y el poder con la posibilidad de producir cosas realmente valiosas para la mejorar la calidad de vida de las personas. Menciona la tecnociencia como capaz de producir grandes medios de transporte, dando a entender que pueden ser más éticos y más estéticos. Cuestiona que la infraestructura de transporte esté al servicio de las grandes empresas.

Habla de priorizar el transporte público por encima del vehículo particular. Al tiempo, aboga por dignificar el transporte público: “algunas medidas necesarias difícilmente serán pacíficamente aceptadas por la sociedad sin una mejora sustancial de ese transporte, que en muchas ciudades significa un trato indigno a las personas debido a la aglomeración, a la incomodidad o a la baja frecuencia de los servicios y a la inseguridad”.

El domingo es el día de la Resurrección, el «primer día» de la nueva creación, cuya primicia es la humanidad resucitada del Señor, garantía de la transfiguración final de toda la realidad creada, dice el Papa.

El desafío macroecuménico es construir una sociedad nueva, una comunidad nueva más acorde con los valores humanos, más solidaria, equitativa, digna. Y cada domingo, que es de Resurrección, podemos comenzar.

El Papa finaliza su Encíclica con estas dos bellas oraciones:

Oración por nuestra tierra

Dios omnipotente,

que estás presente en todo el universo

y en la más pequeña de tus criaturas,

Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,

derrama en nosotros la fuerza de tu amor

para que cuidemos la vida y la belleza.

Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas

sin dañar a nadie.

Dios de los pobres,

ayúdanos a rescatar

a los abandonados y olvidados de esta tierra

que tanto valen a tus ojos.

Sana nuestras vidas,

para que seamos protectores del mundo

y no depredadores,

para que sembremos hermosura

y no contaminación y destrucción.

Toca los corazones

de los que buscan sólo beneficios

a costa de los pobres y de la tierra.

Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,

a contemplar admirados,

a reconocer que estamos profundamente unidos

con todas las criaturas

en nuestro camino hacia tu luz infinita.

Gracias porque estás con nosotros todos los días.

Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha

por la justicia, el amor y la paz.

 

Oración cristiana con la creación

Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas,

que salieron de tu mano poderosa.

Son tuyas,

y están llenas de tu presencia y de tu ternura.

Alabado seas.

 

Hijo de Dios, Jesús,

por ti fueron creadas todas las cosas.

Te formaste en el seno materno de María,

te hiciste parte de esta tierra,

y miraste este mundo con ojos humanos.

Hoy estás vivo en cada criatura

con tu gloria de resucitado.

Alabado seas.

 

Espíritu Santo, que con tu luz

orientas este mundo hacia el amor del Padre

y acompañas el gemido de la creación,

tú vives también en nuestros corazones

para impulsarnos al bien.

Alabado seas.

 

Señor Uno y Trino,

comunidad preciosa de amor infinito,

enséñanos a contemplarte

en la belleza del universo,

donde todo nos habla de ti.

Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud

por cada ser que has creado.

Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos

con todo lo que existe.

 

Dios de amor,

muéstranos nuestro lugar en este mundo

como instrumentos de tu cariño

por todos los seres de esta tierra,

porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.

Ilumina a los dueños del poder y del dinero

para que se guarden del pecado de la indiferencia,

amen el bien común, promuevan a los débiles,

y cuiden este mundo que habitamos.

Los pobres y la tierra están clamando:

Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,

para proteger toda vida,

para preparar un futuro mejor,

para que venga tu Reino

de justicia, de paz, de amor y de hermosura.

Alabado seas.

Amén.

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