Lun, 11/01/2021 - 10:32

El escritor obsoleto

Hace unos días, una lectura que debía hacer en una feria del libro, finalmente se convertía en una entrevista curiosa. El presentador, un tipo carismático, con buen talante y capacidad para hacer de la metralleta de preguntar algo agradable, me hizo pasar un buen rato. Pero además moralmente demoledor. Escuchaba a mis compañeros en sus entrevistas y me escuchaba a mí. Volví a ver lo que años anteriores vi como ponente en otra feria del libro. Los escritores no nos modernizamos, nos quedamos anclados en un soler hacer implantado sin dar saltos al futuro.

Curiosamente algo tan importante como la palabra, parece querer quedar obsoleta en sus modos de propagación, mientras los lectores de todas las edades, la cogen y amoldan a un nuevo mundo que muchas veces tiene su cabida en una pantalla al alcance de la mano.

Está muy bien la romántica idea de la editorial tradicional y de que uno es escritor cuando dicha editorial confía y decide apostar por su obra. Pero no hay que olvidar del mundo digital en el que vivimos. No hay que olvidar a las plataformas de lectura online, de las redes sociales incluso del propio sector literario y de un sinfín de herramientas digitales que te acercan a cualquier lector de tu lengua… en segundos.

Mientras me preguntaban y parecía que les enseñaba un nuevo mundo que siempre tienen al alcance de la mano, les podía ver nuevamente con esas caras que mezclaban asombro con escepticismo. Ese tipo de cara que pones cuando no sabes si lo que te cuentan es o no algo realmente para creer a pies juntilla.

La decadencia del uso antiguo sin más apertura a lo que vivimos a diario, me hace pensar que el trabajo literario se ha quedado anclado  a una serie de conceptos que debería superar.

Los lectores deberían marcar las tendencias de comunicación con sus autores y no las empresas que se dedican a ello. Porque por mucho que decidan seguir quedándose en un formato obsoleto, las personas están en constante movimiento y cambio. Ese constante cambio  que nos lleva constantemente a evolucionar y revolucionar las sociedades.

Los usos y costumbres se hacen, se dan en las propias personas, no pueden ser algo rígido, debería ser algo flexible como un junco, algo que evaluara constantemente como llegar a ese lector que desea descubrir ese libro.

Las palabras sean de la época que sean, si son de calidad, rara vez quedan anticuadas. Pero lo que sí parece  quedar anticuado es como los que emiten los libros, deciden interrelacionarse con los lectores.

Lo que nos lleva a un cierto olor rancio enrarecido que se torna incapaz de conectar este mundillo, con el real que podemos ver a diario.

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