El hecho en sí es lamentable solo por la tragedia humana que implica la muerte y lesiones de los obreros cuyas familias aún se deben estar preguntando por qué una obra que fue premiada en el 2010 con un premio nacional de ingeniería, terminó derrumbándose como un castillo de naipes sin el menor aviso y sin que nadie pudiera hacer nada para evitar la desgracia.
Pero más allá del dolor de las víctimas y afectados, este colapso desnudó una cadena de reacciones que pueden explicar la miseria económica, política y social que vive Colombia en la actualidad.
El primero que decidió zafar su responsabilidad por este colapso fue Germán Vargas Lleras, ese candidato eterno desde que a la edad de los seis años se subió pícaramente en la mesa del Consejo de Ministros de su abuelo Carlos Lleras Restrepo para que el país lo viera. Desde ese día los reflectores no le han quitado la atención, cosa que él aprovecha y agradece, excepto cuando debe dar explicaciones por actos que dependieron de su gestión. En una seguidilla de trinos que comenzó un día después de la tragedia, quiso dejar clara su inocencia empezando con este trino:
“A quienes me asignan a mí responsabilidad por lo ocurrido en el Puente Chirajara, les recuerdo que la obra fue contratada el 22 de enero del año 2010, cuatro años antes de que yo asumiera responsabilidades en el sector de la infraestructura.”
Pero los usuarios de Twitter, red social que se ha convertido en esa memoria histórica para descubrir mentirosos, sacaron todos los tuits en donde celebraba jubiloso, junto con Luis Carlos Sarmiento Ángulo, magnate de la banca y la infraestructura nacional, los avances del tramo Cáqueza – Chirajara, cuando fungía como vicepresidente de la República. Al verse acorralado, culminó sus escritos en esa red social acudiendo a “la vieja conocida” del oportunismo político de sus detractores volviendo a lo esencial y por donde debió haber empezado:
“Cada una de las vidas que se perdió en la tragedia del Puente Chirajara nos duele a todos los colombianos, sí resulta muy lamentable que dirigentes sin ningún escrúpulo quieran aprovechar esta tragedia con fines políticos”. Todo esto, en menos de una semana.
Para nadie es un secreto que Vargas Lleras es el candidato del establecimiento. No solo por su larga trayectoria política siempre del lado del régimen de turno (hasta que toma distancia de acuerdo con sus propios intereses), sino por los intereses económicos a los que sirve y de los que siempre se ha valido. Por eso la reacción de los grandes medios a su favor ha sido claramente complaciente y hasta hilarante.
La Revista Semana, por ejemplo, publicó una nota ayer 20 de enero, en donde hace una remembranza de la caída del puente Tacoma en Estados Unidos en 1940. El mensaje subliminal es simple: Los puentes se pueden caer, la ingeniería no es perfecta, los accidentes ocurren, estas cosas pasan. Vea la nota acá: http://www.semana.com/mundo/multimedia/caida-del-puente-tacoma-narrows/553921 .
Es posible que lo hayan hecho sin ninguna intención, pero resulta demasiado casual para esta coyuntura. Parece como si nos quisieran decir con júbilo que por fin Colombia ha llegado a 1940 en ingeniería de puentes colgantes. Vaya consuelo.
Y eso sin hablar del carácter indulgente de todos los noticieros de radio y televisión de las grandes cadenas nacionales que sencillamente no se atreven a ubicar puente de Chirajara y Germán Vargas Lleras en la misma frase a no ser que sea para citar su defensa sobre el hecho.
El año electoral que empieza será un año tenso, complicado y al final, demasiado triste y decepcionante. En mi opinión, y lo he sostenido desde que empezaron las campañas, no habrá poder electoral ni humano que le quite a Vargas Lleras la Presidencia de la República para la cual está predestinado desde su temprana infancia cuando su abuelito Carlos lo ungió con el elíxir de los bendecidos con los que han sido ungidos delfines como Alfonso López, Andrés Pastrana o Juan Manuel Santos, entre muchos otros.
El desplome del puente de Chirajara no podrá afectar de manera significativa el caudal electoral de Vargas Lleras que sigue llenando plazas, estadios y parques de gente necesitada, arriada por los gamonales políticos. Esos que ven venir cuatro años de abundancia y que se montaron en el tren de la infraestructura desde que Vargas Lleras asumió la cartera de vivienda desde 2012 para hacer campaña política, como él mismo lo reconoció en una entrevista, sin que ningún organismo de control hiciera nada al respecto.
Muchos aún sienten esperanza por lo que indican las encuestas. Pero las encuestas han demostrado al menos desde 2010 que son más un mecanismo distractor que un verdadero indicador de preferencias electorales. Las encuestas le valieron a Santos la certeza de que ganaría el plebiscito por la paz ampliamente y eso por poco le cuesta el cargo que le salvaron desde Estocolmo cuando anunciaron su premio Nobel de Paz a través de la Academia Sueca. Es claro que los votos no se consiguen por teléfono, como se hacen las encuestas. Se consiguen con “casitas gratis”, puentes, túneles, colegios, carreteras y hospitales, una chequera que Santos le soltó a Vargas Lleras hace seis años para comprar su lealtad así lo haya negado en público muchas veces. Y el día de las elecciones se consiguen con tejas, tamales, mercados y plata en lo que son expertos muchos de los políticos que se han sumado a la campaña de Vargas Lleras, empezando por los miembros de su propio partido, Cambio Radical, que “adhirió” a su campaña la semana anterior en el acto más pintoresco, fingido, obvio y ridículo que haya visto la política colombiana en toda su historia solo equiparable con las intervenciones públicas de Julio César Turbay y la elección fraudulenta de Misael Pastrana Borrero. Y para asegurar la garantía de tener todas las maquinarias engranadas y aceitadas perfectamente para las próximas elecciones, una red burocrática de cargos del Estado en todo el país a su disposición para personas "leales" que saben que el triunfo del delfín les dará continuidad y por qué no, ascensos, en la maltrecha y conveniente red clientelar de puestos y contratos de la función pública que manejan sus alfiles por todo el país.
En resumen, poco o nada le va a pasar a Vargas Lleras en su camino inevitable a la Presidencia de la República en este 2018 por la caída del puente Chirajara. Será una anécdota más que un historiador juicioso dejará consignada en algún libro. Una anécdota que costó nueve vidas de trabajadores humildes.
Vargas Lleras entregó más de 5 millones y medio de firmas en la Registraduría no porque las necesitara. Primero, porque él tiene su propio partido así nos quiera engañar una vez más con tramoyas sin telón. Y segundo, porque solo eran necesarias más de 460 mil firmas de acuerdo con el censo electoral. Pero nos quería demostrar cuán fuerte es su maquinaria, cuánta cobertura tiene en todo el país y cuántas personas están dispuestas a respaldar voluntaria o involuntariamente su candidatura. El hecho de que más de la mitad de esas firmas hubieran resultado anuladas tampoco es significativo en función de prever lo inevitable. Eso solo demuestra la capacidad que tiene Vargas Lleras para mover sus hilos en todo el país, de formas legales y no tan legales, de formas decentes y no tan decentes, de formas claras y también oscuras. Un poquito más de la mitad hacia lo oscuro.
No quiero ser profeta de malos augurios, pero en lo personal, creo que la banda presidencial para el 2018 ya está puesta. Y la razón es sencilla: El puente de Chirajara no importa si vas en avión. Y Vargas Lleras va volando sobre millones de votos de gente necesitada y gamonales corruptos. Así estamos.
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Da vergüenza y tristeza que
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