Dom, 09/12/2021 - 09:30

Frente a otro es que sabemos quién no somos

Sé muy bien que este no es el lugar para contar esto, pero, así como le sucede a la vida, hay lugares en donde todo puede dejarse libre, como si se trataran de las antiguas palomas mensajeras, y nada malo sucederá o, por lo menos, nada no bueno.

Pues bien, y me disculpo desde ya, lo que tengo para decir es que, justo ahora, ya mismo, hay alguien en mi oído, en forma de onda radial, diciéndome lo que tengo que decir, palabra a palabra, por lo que, desde ya, sabrán que no es mi responsabilidad. Sé que se lo preguntan, pero no puedo contarles cómo llegó eso allí, ni mucho menos para qué alguien se convertiría en una onda invisible y se adentraría en mí a través de mi oído que, por cierto, es mi sentido menos desarrollado, aunque tenga unas orejas que no oyen sino sintonizan.

Desde que el mundo es mundo, espectadores varios, o desde que así le llamamos, las cosas van teniendo el nombre que les damos y, de igual manera, poco a poco van sirviendo para diferentes cosas hasta que, un día cualquiera y sin aviso, deja de servir y se convierten en naturaleza. Este libro que tengo en la mano, por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza, en algún momento sirvió para que quien lo escribió no durmiera, o para que hablara incoherencias en una de sus charlas al público en una de las universidades más prestigiosas del mundo, o para que lo escribiera mentalmente mientras hacía una de las tantas actividades que suelen hacer los que se dedican a escribir libros, porque escribir el mundo no da para comer, aunque cause hambre. Pero ahora, por continuar con el ejemplo, sirve para que yo me sostenga de él y el mundo, con ustedes adentro, no me vea irme hacia la nada, para que yo me aferre a él y sepa que mientras me mantenga así podré decir lo que vine a decir. Y, luego, esto que sirvió para tantas cosas y que ahora mismo lo hace, como para eso que le está sirviendo a usted, que dejó de oír mi voz y ahora, mientras lo ve, oye música, servirá para que yo lo lance a la mitad del auditorio y suceda lo que tenga que suceder. Pero, como hablamos del futuro, no hay que preocuparnos, porque podría ser una bomba con dinamita o nada más una apestosa, o, simplemente, que los universos microscópicos que habitan entre sus páginas se esparzan y los invadan a ustedes y, luego, sin remedio, al resto del mundo. Al futuro es mejor dejarlo en el pasado, que es donde se idea, se fecunda y florece, y, bien se sabe desde que somos animales temporales, el pasado no es cosa de la humanidad.

Sí, panelistas que me acompañan y público general, en algún momento del discurso dejé de repetir lo que me decían al oído, pero no puedo ni debo revelarlo, porque para ello está la relectura, y los testimonios de los que me sobrevivan y cuenten que lo vivieron junto a mí. Algo que sí me dijeron, y que me repiten ahora mismo, y que debo decirlo, es que sólo uno de ustedes podrá descifrar el momento, la palabra exacta en donde todo cambió. Nadie, eso sí, sabe para qué, pero sí, eso sí, sabrá por qué.

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