Esta semana que pasa, al viajar en un bus del sistema TransMilenio y en casi veinte años de existencia del sistema, tuve una experiencia que vale la pena referir.
Me subí en uno de los portales quedando justo el espacio en la puerta luego de que esta se cerrara, para hacer un viaje sin contratiempos. Al detenerse el bus en una de las estaciones y abrir puertas nadie bajó, pero segundos antes de que estas se cerraran nuevamente un joven, parecía trabajador, entró de espaldas y prácticamente me aplastó contra la persona que iba delante de mí. Sentí mucha presión en el tórax y tuve que hacer un esfuerzo grande para hacerme a un lado, empujando a otro joven que estaba a mi derecha. Una señora con quien crucé miradas en el momento hizo un gesto solidario como diciendo ¨es increíble que suceda esto”.
Por supuesto que el grupo de cuatro personas que estábamos en esa parte del bus viajamos muy incómodos.
En un sondeo de opinión que realicé entre 2014 y 2015 con 453 pasajeros de transporte público, 403 respondieron a la pregunta ¿Con qué frecuencia es empujado/a por otros usuarios/as? De las respuestas, 64% dijeron que “frecuentemente” y solo 4% que “nunca”. Empujar en la fila del bus o dentro del vehículo es una acción reconocida y tolerada.
En el caso del joven que comento, pensé inmediatamente que su actitud fue algo como “yo subo, yo te aplasto, yo viajo y ni tú ni los demás me interesan”. No le importó absolutamente nada más que su propio viaje y no tuvo en cuenta los viajes de los demás.
Reflexionando en un diálogo con mi hijo sobre otros temas, salió a colación el del uso del espacio público y caíamos en la cuenta de que en Bogotá y tal vez en Colombia (puede que la situación se replique en otros países de nuestra América Latina), una parte de las personas quieren ver solucionada su propia necesidad sin tener en cuenta el interés común o que todos vivimos una vida en comunidad.
Sucede con quien parquea en un sitio prohibido a pesar de la señal. Quiere y soluciona su propia necesidad sin pensar en que puede causar congestión al dejar inoperable el carril de la calzada donde se estaciona o tal vez poner en riesgo la vida de los peatones que no pueden tener la visual de los vehículos que vienen en el momento de cruzar la calle o la intersección. O quien parquea en un andén, soluciona su problema a costa de generar muchos más para los peatones.
Pasa igual con el vecino incómodo que escucha música a alto volumen el domingo o cualquier día, incomodando al vecindario y sin apreciar que probablemente en los otros hogares hay bebés descansando, personas ancianas que requieren silencio, o simplemente que alguien está viendo la TV.
Mis viajes en el sistema TransMilenio generalmente son rápidos y cómodos. Las personas que habitualmente tomamos una ruta específica en el portal que frecuento, con la ayuda del personal del sitio, hemos logrado que en las mañanas en la hora pico se organicen dos filas de personas para el ingreso al bus. Quienes deciden esperar el siguiente servicio abren un espacio en el centro para que sigan quienes quieren viajar de pie.
Sin embargo, hay usuarios que no se adaptan a esta nueva situación y llegando de últimos quieren entrar en primer lugar abriéndose paso a empellones. Ellos ven y quieren satisfacer su propia necesidad de viaje, por encima de las necesidades de los otros. Es el interés individual sobre el interés del sistema de transporte de que se hagan viajes organizados y en paz. He optado por llegar con tiempo y esperar servicios en los que pueda ingresar y viajar sin mayores aprietos.
La necesidad común de halar todos para el mismo lado, en la misma dirección y beneficiando el interés común debería estar presente siempre.
Es lo mismo transgredir el orden social en una fila de bus, en un sitio de parqueo prohibido o en una protesta con vandalismo que en los actos de corrupción en el desempeño laboral ya sea este público o privado.
No hay diferencia.
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