Mié, 06/16/2021 - 07:44

La política de los afectos en tiempos de paro nacional en Colombia

Colombia vive hoy una de sus peores crisis económicas y políticas. El país experimenta una nueva ola de movilizaciones y acciones colectivas contra las injusticias históricas y la exacerbación de la pobreza y la desigualdad en tiempos de pandemia. El paro nacional, que es producto de las contingencias, la violencia, la opresión y la exclusión de varios sectores de la sociedad colombiana, da cuenta de disputas por nuevas concepciones de la política centradas en el cuidado de la vida, la solidaridad, la colaboración y la amistad.

En estas disputas tienen un lugar el Gobierno de Colombia, en cabeza del presidente Iván Duque, y la política dominante de extrema derecha, que continúa siendo liderada por Álvaro Uribe Vélez. Igualmente, tienen un rol los jóvenes, estudiantes, campesinos, afrodescendientes, mujeres y pobladores rurales que nutren el paro nacional. La sociedad colombiana es la principal protagonista de este momento histórico, ya que atribuye sentidos a hechos importantes como, por ejemplo, la brutalidad policial, las violaciones a los derechos humanos de quienes protestan, las acciones de hecho como los bloqueos, y el futuro de la economía en la pospandemia. La creación de nuevas concepciones de política se ha zanjado en el campo de los afectos y la manipulación de emociones.  

¿Están siendo instrumentalizadas las emociones de los colombianos y colombianos en tiempos de crisis marcados por la contingencia del COVID-19, el empobrecimiento masivo de la población y el paro nacional?, ¿cómo son manipuladas las emociones de la población colombiana por el uribismo y el Gobierno de Iván Duque?, ¿cuál es la respuesta emocional de los sectores de oposición que aportan al paro?, ¿cómo aportan los afectos a una resignificación de la noción de política en Colombia?

Iván Duque: ¿un liderazgo verdaderamente fabricado?

En el periodo preelectoral del 2018 y el 2019, el “liderazgo” de Iván Duque fue visto con gran suspicacia. ¿Era Iván Duque un político consolidado?, ¿era Iván Duque un líder? Pero, sobre todo, ¿estaba Iván Duque preparado para asumir las riendas de un país complejo como Colombia, caracterizado por la inestabilidad política, el empobrecimiento y la necesidad de construir paz? Las respuestas a estas preguntas siempre han sido negativas.

Como lo notó el politólogo Javier Duque en el 2019, Iván Duque es, en efecto, un líder prefabricado. Duque siempre ha sido un presidente opacado por la sombra de Álvaro Uribe Vélez. Él es la consecuencia de un intento fallido de producción artificial de liderazgos de la extrema derecha. Duque no contaba con experiencia política. Ni siquiera realizó una carrera política antes de llegar al Congreso de Colombia. Fue por invitación de Uribe Vélez a la lista cerrada del Senado de la República que Duque pudo iniciarse en la política colombiana. Duque, por sí mismo no ganó la presidencia; la ganó Álvaro Uribe por él.

Duque suele posicionarse en una línea ideológica que él considera “moderada”. Y, por eso mismo, está sujeto no a gobernar, sino a cumplir las expectativas de todos. Por un lado, ha tenido que construir complicidades con los sectores del centro político que ven en él un representante de la “moderación”. Por otro lado, ha respondido a los intereses de Álvaro Uribe, el Centro Democrático y los sectores radicalizados de la derecha que reclaman más “autoridad”, “fuerza”, “orden” y “mano dura” con quienes contradicen el orden político en Colombia. Aparte, paga favores políticos con ofrecimientos diplomáticos, como ha sido el caso de Alejandro Ordóñez. Adicionalmente, Duque necesita aparentar que responde a las exigencias de inclusión socioeconómica de la oposición y los sectores organizados para calmar las tormentas. De ahí viene su tendencia a “manejar” toda crisis política a mediante de diálogos artificiales en las regiones. En estos diálogos, la participación política no es efectiva; es más bien un pretexto para legitimar acciones de Gobierno. En consecuencia, Duque terminó siendo el presidente más impopular entre los colombianos y colombianas.

Los medios de comunicación y las redes sociales son los lugares donde el Gobierno de Duque tiende a exhibir más su deseo de manipular las emociones de la población en torno al paro nacional. Actualmente, las intervenciones de Duque en medios de comunicación son cada vez más reducidas. Y, sin embargo, es allí donde intenta mostrar que tiene un poco de autoridad como presidente. En contraste, lo que se ve en las pantallas de televisión es a un Duque desgastado que intenta mostrarse como “sosegado” y “centrado”. Ocasionalmente, Duque también se proyecta como un mandatario enérgico, sobre todo cuando intenta cambiar la narrativa de que es el títere de Uribe, tal como lo inquirió la periodista Patricia Janiot en una entrevista. O en lugares que han sufrido demasiado por la violencia policial, como Cali.

El paro nacional emerge en el contexto del gobierno fallido de Iván Duque, que se manifiesta en el estado actual de la economía, el manejo de la pandemia del COVID-19 y la implementación del acuerdo de paz. Por el lado de la economía, el gabinete ministerial ha intentado cubrir los huecos fiscales y remediar los problemas de recaudación de impuestos en tiempos de emergencia sanitaria por medio de reformas. El último proyecto de reforma fiscal fue altamente impopular entre la sociedad colombiana, los partidos de oposición y los partidos de Gobierno. Como resultado, fue necesario que se retirara la iniciativa de reforma fiscal y que Alberto Carrasquilla renunciara al cargo de Ministro de Hacienda.

En cuanto al manejo del coronavirus, el Gobierno nacional ha probado ser altamente ineficiente en la provisión de vacunas. Hoy, la vacunación en Colombia ha sido bastante lenta, lo que, sumado a las políticas restrictivas de movilidad, como cuarentenas y aislamientos obligatorios, ha destrozado por completo el comercio, las empresas y la empleabilidad. No se ha podido alcanzar un consenso sobre cómo tener una ética del cuidado de la salud de carácter colectivo que reconcilie la centralidad de la vida con el desarrollo económico. Esto es vital en Colombia.

La implementación del proceso de paz ha sido un tema altamente espinoso durante esta presidencia. Duque llegó a la presidencia prometiendo que jamás haría trizas los acuerdos de paz, como lo sugirió Fernando Londoño Hoyos en el 2018. No obstante, ha hecho exactamente lo contrario. El asesinato de líderes y lideresas sociales sigue ascendiendo en Colombia sin procesos de justicia serios que terminen en condenas. Además, el enfoque para atender problema de las drogas en Colombia —la aspersión con glifosato— ha obstruido la implementación del acuerdo de paz en lo que tiene que ver con la sustitución voluntaria. Se refuerza entonces el prohibicionismo de las drogas y se reinicia la erradicación forzosa. Esto afecta seriamente la economía y la salud de las sociedades campesinas, indígenas y afrocolombianas. En medio de este panorama, Colombia sigue siendo uno de los principales productores de hoja de coca y drogas para Norteamérica y Europa.

La arremetida emocional del uribismo contra el paro nacional

Álvaro Uribe ha sido uno de los personajes más trascendentales de la historia política colombiana y su figura también ha sido crucial en estos momentos de estallido social en el país. Sus intervenciones en medios de comunicación y redes sociales se caracterizan por ser un despliegue de su propia personalidad. Es enérgico y exhibe determinación. Desde hace varios años, Uribe ha sido conocido por provocar una cantidad de emociones turbias, como la ira y el odio, entre quienes lo siguen y lo leen. Esto ha sido aprovechado por él para incentivar violencias a través de las redes sociales. De ahí que la red social Twitter lo sancionara por divulgar mensajes que incitaban la violencia quienes manifestaban.

Los medios de comunicación han sido instrumentos importantes para promover el odio, la ira y la venganza hacia ese enemigo común que, desde el punto de vista de Uribe, deberían ser los manifestantes y la oposición política. Algunas veces las empresas de medios de comunicación nacional han hecho eco de ese discurso. De hecho, existen periodistas que han favorecido sus intereses en el marco del paro nacional. Al respecto, vale la pena mencionar el caso de la Revista Semana que, dirigida por Vicky Dávila hoy, ha dado un vuelco radical a la línea editorial para satisfacer las urgencias políticas del uribismo y su líder natural. En otras ocasiones, los medios independientes han guardado prudencia y, fieles a los principios periodísticos de informar con verdad y vocación ciudadana, han rescatado los puntos de vista de quienes son más perjudicados por la desigualdad y la política del Gobierno nacional: la misma gente.

En medios internacionales, Álvaro Uribe también ha forzado la orientación de las entrevistas y los productos periodísticos para profundizar su rol en esa definición de la política a través de las emociones. Por ejemplo, en una entrevista con Fernando del Rincón, donde este lo cuestionó por promover la violencia en las redes sociales, Uribe manifestó que “lo estaban emboscando”. Ese estilo de manejo de la prensa ha sido una constante en Álvaro Uribe desde siempre y hace parte de su repertorio de chantaje emocional en la política.

Uribe no solo ha sido apoyado por algunos medios de comunicación y periodistas, sino que también, sabiéndolo o no sabiéndolo, ha contado con sectores que han diseminado informaciones y noticias falsas a través de cadenas de WhatsApp. Esto, en nombre de metas loables como “dejar la apatía” y “reaccionar frente al abuso”. Por lo general, estos mensajes apelan a una destrucción del país a manos de los manifestantes y los sectores de oposición. Al mismo tiempo, incentivan la respuesta de rabia e indignación entre personas que no están interesadas en contrastar la veracidad de la información que reciben. Además, a través de estas acciones se define una narrativa en torno a Gustavo Petro —senador, opositor y aspirante a la presidencia del movimiento Colombia Humana—como “atizador de odios” y “principal promotor del paro”. Esto es errado, porque la movilización social en torno al paro nacional se ha caracterizado por ser rizomática, no tener líderes claros y funcionar de manera orgánica. El poder se encuentra repartido entre entidades de carácter nacional, como el Comité Nacional del Paro; los movimientos juveniles, estudiantiles, indígenas y afrocolombianos; las asambleas barriales; las colectivas feministas, y los sindicatos. El paro nacional colombiano no trata de la figura de Petro, sino de un descontento histórico frente a la pobreza, la desigualdad, la violencia, la discriminación y la exclusión.

La respuesta emocional de los opositores y los manifestantes frente al paro nacional

Actualmente, la respuesta ante la desigualdad, la violencia, la discriminación, la exclusión y el empobrecimiento masivo de la población ha sido de origen organizativo y emocional. La población que más padece estos eventos se ha organizado en colectivos, comités, asambleas y movimientos para hacer frente a las políticas del Gobierno nacional, y resistir a la violencia de la policía y las fuerzas militares en las zonas rurales y urbanas de Colombia. Esta resistencia se ha expresado a través del arte, la música y las expresiones pacíficas, y ha permanecido a pesar de los eventos violentos de vandalismo y los ataques de la fuerza pública. Aunque estos hechos violentos han sido usados para deslegitimar la acción colectiva en las calles, los reclamos de la población organizada prevalecen con fuerza.

A finales de los años ochenta, la escritora feminista Audre Lorde se interrogó por los usos de la ira. Lorde reflexionó sobre si era posible usar políticamente la ira que sentía como mujer afronorteamericana ante el racismo de las académicas blancas para hacer transformaciones. En este momento, lo que se atestigua entre los opositores y manifestantes que apuestan por el paro nacional es un uso político de las emociones para generar un cambio social y fundar una nueva política en Colombia. Entre estas emociones se encuentran la ira, el agobio, el aburrimiento, la angustia, la indignación, el estrés y el miedo, pero también otras emociones que generan bienestar entre las personas. El momento es propicio, puesto ya existe un ambiente de nuevos ciclos políticos.

Las acciones colectivas que integran el paro nacional exceden el momento de elecciones para promover la fundación de un nuevo orden social, económico y político en Colombia. Interrogantes por cómo refundar el periodismo, cómo crear política, cómo diseñar los modelos de desarrollo económico y cómo pensar el país son recurrentes en el movimiento social que da impulso al paro nacional. Emociones como la aceptación, el amor, el agradecimiento, la alegría, el bienestar, la esperanza, el gozo, la felicidad, el humor, la ilusión y la pasión están en el centro de las nuevas nociones fundantes de la sociedad, la economía, la cultura y política. Este movimiento social ha venido gestándose desde el año 2018, pero jamás cesó con la pandemia del COVID-19. Llegó para quedarse y ahora promueve una nueva política centrada en los afectos y en valores como el cuidado, el respeto por la vida, la solidaridad, la colaboración y la amistad.

Vivian A. Martínez Díaz
Académica independiente, creadora de contenido y periodista
Tw: @Osmanto_

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