Cada pueblo, comunidad, sociedad o grupo social tiene unas maneras características de comportarse como colectivo en las vías. Esas formas colectivas de comportamiento están determinadas por las costumbres, la infraestructura de las vías, el genio de las gentes y, en general, por la tolerancia a actitudes, conocimientos y prácticas que son condenables por algunos y abrazadas por otros.
No hay, ni puede haber, una sola forma válida de comportamiento en las vías, a menos que se tenga un parámetro de comparación entre una forma de hacerlo y otras. Por ejemplo, si el parámetro es el cuidado de la vida, ya puede hablarse de culturas viales ajustadas a este o no.
Mi definición de cultura vial, desde una perspectiva antropológica es la siguiente: “la manera como los seres humanos viven, sienten, piensan y actúan en, desde y para el cotidiano de los espacios de movilización y desplazamiento. Contraria a una concepción determinista, desde la perspectiva antropológica es incorrecto afirmar que una población, comunidad o sociedad ‘carece’ de cultura vial".
Así:
Por ello es contradictorio escuchar a alguien cuando dice que en una comunidad, población, municipio o ciudad “no hay cultura vial”. Claro que la hay. Lo que sucede es que no es una cultura vial que respete la vida, que la cuide, donde haya un consenso social para acatar las normas de tránsito, los límites de velocidad, a todos los actores viales y prevenir siniestros viales.
La cultura vial la hace y la construye cada día la gente, en compañía de los gobiernos que implementan las políticas públicas (o dejan de hacerlo). Y si es una cultura vial para la vida, con mayor razón se construye entre todos: ciudadanos, gobiernos, diseñadores viales, Policía de Tránsito.
El reto está en saber cuál es la cultura vial que se quiere construir. ¿Una que proteja y que cuide la vida? O una que no lo haga. ¿A cuál le aporta usted?
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Culturas viales para la vida.
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