Ya ni su renuncia podría resarcirle a Colombia el daño, las lágrimas y la sangre que le han causado sus mentiras, su demente osadía, su prepotencia y su delirio de “vitrina”, que lo llevaron a creerse un emperador, aunque en realidad es un enajenado dictadorzuelo, obsesionado con el autobombo, la auto publicidad, y una ebria megalomanía reiterada cada día en el más abusivo programa de televisión en la historia de la TV nacional, financiado con miles de millones de pesos del erario público y con fondos que le raponeó a la paz, para mentirle a los colombianos y para mancillar la patria.
Hace casi un mes titulé mi última columna: “Está jugando con candela”. Me pregunto, si yo que soy un simple periodista, vi lo que venía, ¿Cómo es que él y su camarilla de genuflexos y áulicos no? Desafortunadamente el irreparable daño que le ha hecho a Colombia y a los colombianos no tiene reversa. Dios lo perdone por el mal que le ha causado a la patria; apátrida.
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