¿Necesitamos rutina para sobrevivir o simplemente nos adherimos a ella porque es nuestro espacio de confort? Pero cuando dicho día a día se convierte en algo anodino o más bien en una pesadilla, ¿puede ser una pesadilla una zona de confort?
Vivimos acostumbrados a limitarnos a un deber ser que nos adormece y devora por dentro como si se tratara de un monstruo interior que no deseara nuestra felicidad. Alimentamos a la fiera y les dejamos ser, mientras en todos lados se proclama que el día a día es lo peor y debemos comernos lo que no es diario.
Suena realmente desolador. Vamos a parar a pensar que estamos determinados a ser infelices mientras soñamos con migas de felicidad que siempre dependen de lo que podamos comprar. Por extensión, se nos indica que la felicidad es un objeto de consumo que nos saca del infierno al que nos sometemos para conseguir dinero para cumplir esos momentos efímeros.
Ahora, respira un momento, lo voy a volver a explicar. Veamos si para alguien tiene sentido. Vivimos vidas infelices porque nuestra rutina no nos gusta. Dicha rutina viene determinada por el trabajo y las obligaciones. Mientras agonizas, te venden la felicidad como un objeto de deseo que puede adquirirse. Por extensión sufres para poder comprar la felicidad.
Si fuera el guión de una película, sería una distocia desmoralizadora. Y es que a estas alturas resulta bastante probable que no veamos que estamos encerrados como hámster de laberinto. Siempre buscando la comida de premio, sintiéndonos perdidos, abandonados y alejados de ninguna otra cosa que no sea ese premio final que constantemente estamos oliendo.
Con una sociedad con unas bases tan instauradas, y por mucho esfuerzo que se haga, cualquier idea de izquierdas se limitara a aliviar ese llamémosle “descontento” diario.
Nos auto engañamos, principalmente vivimos en un experimento capitalista donde somos los mismísimos perros de “Pavlov”.
Añadir nuevo comentario