Y si tuviera que hacer un inventario de lo que hablo, o algo que se le pareciera, para darme a entender mejor, tendría que decir que todo lo tuve que agrupar, para no perder tantas neuronas en el camino, como ya es una costumbre en mí, por géneros literarios. Porque, les decía, se trata de toda la literatura que permeó mi vida en algún momento, así que, por género, o digamos por reflejo, era la forma más efectiva que hallaría ayer, hoy y mañana para saber quién fui y, por tanto, quién soy. Ya, con los grupos hechos, me resultó más fácil la labor arqueológica y todo lo relacionado con el reconocimiento de los tesoros y la basura que, ya lo habrán deducido, era mucha más.
Pero lo que vine a contar no era eso, sino que llegar de la excavación que soy me causó la sensación de ser un objeto y, si me observan con atención, no hay una descripción más acertada para hablar de mí. Por lo que, si han notado, actúo como tal y, si nada cambia los planes, lo seguiré haciendo hasta que venga mi pasado, ya con rostros de presente, aunque con alma de futuro, a decirme que no soy una cosa sino una persona, un alguien con vida que, de hecho, le da vida a lo que cuenta con las palabras que escribe. Por eso me temo que, como tantísimas veces ha sucedido, esto se repetirá y, por tanto, el hecho de que tendré que hacer de arqueólogo de mí mismo y luego contárselo a otros para, por fin, sentir que soy el escritor que creo que soy y, luego, volver a buscarlo y, así, hasta el infinito, o hasta que me olvide de quién soy y no sepa el plan que debo seguir para no tener uno.
Lo último que tengo para decir hoy, y que en realidad es lo único, ya lo pensaron casi todos ustedes, lo sé, pero, qué es la vocación literaria, ese instinto casi suicida, sino la imposibilidad del rechazo, esa incapacidad, mejor dicho, para no deshacerse de ella con la voluntad sino con el corazón. Así que, sin que les cause sorpresa alguna, dicho queda, que valga decirlo, entre líneas, porque, se sabe, el pasado, el que escribimos inclusive, pero, sobre todo, ese que decimos ante otros, nos perseguirá por el resto de nuestras vidas, pero no nos alcanzará si el futuro sigue existiendo.
No, señora, baje su mano, que no es necesario que lo diga, porque, como lo dije, ustedes ya lo pensaron, así que, con hacer memoria a cortísimo plazo, bastará.
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