Sobre todo, porque creo que es posible un modelo económico en el cual los campesinos tengan acceso a la tierra en calidad de propietarios y, por lo tanto, también tengan acceso a la riqueza en un país con vocación agrícola en el que la mayoría de tierras fértiles están acaparadas y desaprovechadas en latifundios improductivos defendidos a sangre y fuego por los grandes terratenientes del país amangualados con las fuerzas oscuras del Estado.
Mi voto por Petro no está determinado por un “odio” irracional motivado de la nada, como muchos lo quieren hacer sentir a partir de sus propios prejuicios en una interpretación simple, reduccionista y conveniente de lo que implica tomar decisiones para el futuro del país. Sin embargo, sí tengo claro que no quiero elegir lo que representa Uribe eligiendo a Duque, un personaje del que sabíamos muy poco hasta hace poco más de seis meses cuando saltó a la fama adivinando la talla y el número de pares de Crocs que tiene su líder y mentor en una emisora radial con un sesgo claramente uribista. Por más que los seguidores de esa campaña se esfuercen en inventarle estudios, méritos, trayectoria y logros a Iván Duque, para nadie medianamente informado y con conocimientos básicos de historia reciente es un secreto que quien estaría a cargo de la Presidencia es el propio Uribe y que Duque solo sería el habitáculo de sus carnitas y sus huesitos para gobernar.
El llamado “odio” por Uribe tiene que ver con su talante y con las cosas que hacía desde que era un joven y destacado funcionario público entre las tinieblas de las sospechas. Siendo alcalde de Medellín se le relacionó con Pablo Escobar, porque mientras Uribe fungía como burgomaestre de la capital antioqueña al inicio de los 80´s, Escobar desarrollaba sin ninguna resistencia y a título personal el programa de Medellín sin Tugurios, obra que lo lanzó al pedestal de la filantropía y lo proyectó como político, llegando a ser representante suplente a la Cámara. Escobar no siguió su meteórica carrera política porque se le atravesó el valiente Luis Carlos Galán al denunciar sus vínculos con el narcotráfico y al expulsarlo de su naciente partido político, El Nuevo Liberalismo. Uribe fue destituido de la Alcaldía por el entonces Presidente, Belisario Betancourt. Luego, Uribe fue director de la Aerocivil, también tuvo una cuestionada gestión y, cómo es la vida, fue el mismo padre de Iván Duque, el exgobernador de Antioquia, Iván Duque Escobar, el que señaló las movidas poco éticas de Uribe otorgando licencias a narcotraficantes. Acá pueden leer la historia: https://www.elespectador.com/opinion/duque-vs-uribe-columna-751462
Después, Uribe se dedicó a la política electoral aspirando al Senado de la República. Hace menos de un mes fueron desclasificados unos cables diplomáticos de los Estados Unidos en donde se revelan posibles nexos de Uribe con narcotraficantes que habrían financiado sus campañas. Acá pueden ver la noticia: https://www.nytimes.com/es/2018/05/25/cables-uribe-narcotrafico-colombia/
Como Gobernador de Antioquia, cargo que ejerció de 1995 a 1997, se le vincula con las masacres paramilitares de El Aro e Ituango y con el asesinato del defensor de Derechos Humanos Jesús María Valle, crímenes que fueron declarados por la Corte Suprema de Justicia como de lesa humanidad para que los términos no prescriban y pueda hacerse justicia, así sea simbólica, algún día.
Y como Presidente de la República, cargo que ejerció de 2002 a 2006 y de 2006 a 2010, su legado no es más alentador. Logró su segundo período gracias a que el Congreso reformó la Constitución para establecer la reelección Presidencial, por lo cual varios de sus ministros fueron condenados por sobornar congresistas para votar a favor dicho proyecto. Nos salvamos del tercer mandato consecutivo de Uribe porque la Corte Constitucional no permitió una nueva modificación a la Constitución que el Congreso ya había aprobado.
Muchos le agradecen a Uribe que recuperó la seguridad en el país y a eso le llamaron “seguridad democrática”. En realidad, Álvaro Uribe recuperó la seguridad para los ricos en detrimento de los derechos de los más pobres y vulnerables. En esta cruzada patriótica por recuperar al país de las garras de las FARC, las Fuerzas Armadas fueron obligadas a dar resultados operacionales con base en estímulos macabros de recompensas por bajas del enemigo. Esta directiva ministerial, del Ministerio de Defensa a cargo de Camilo Ospina en 2005, derivó en la muerte indiscriminada de jóvenes disfrazados de guerrilleros asesinados en total estado de indefensión. Las cifras más conservadoras hablan de unos 3.500 casos y las últimas de alrededor de 10 mil. El escándalo estalló en el 2008 cuando desaparecieron 19 jóvenes en Soacha y Ciudad Bolívar y a los pocos días aparecieron en Ocaña masacrados y reportados como bajas en combate con la guerrilla. Uribe, lejos de lamentar los hechos u ordenar investigaciones manifestó que “los jóvenes desaparecidos de Soacha fueron dados de baja en combate, no fueron a recoger café iban con propósitos delincuenciales”. Vea al final el video.
A estos hechos, entre muchos otros, se suma una persecución sistemática a la oposición, a la prensa y a la Corte Suprema de Justicia con espionajes, seguimientos, intimidaciones y asesinatos del desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad DAS, la mano negra de Uribe para infundir el terror entre sus detractores. Como ejemplo, el profesor universitario de la Universidad del Norte, Alfredo Correa de Andreis, fue asesinado en septiembre de 2004, después de que el DAS le fabricara un proceso penal en contra por presuntos nexos con las FARC comprando testimonios falsos de guerrilleros reinsertados. Tres meses antes de su asesinato, el profesor Correa de Andreis le escribió desde su lugar de detención a Uribe para que estuviera al tanto de la injusticia que se estaba cometiendo en su contra. Uribe nunca le respondió. El proceso contra el profesor era tan débil, que lo tuvieron que dejar en libertad, pero las balas asesinas lo sorprendieron en una calle de Barranquilla. También fue asesinado su escolta. Por este caso fue condenado el exdirector del DAS del gobierno de Uribe, Jorge Noguera, quien le pasaba la lista a los paramilitares de personajes sospechosos de tener nexos con la guerrilla. Para Uribe, Jorge Noguera siempre fue “un buen muchacho”, contrario a los entre 3 mil y 10 mil mal llamados falsos positivos que eran unos delincuentes que no estaban recogiendo café. Acá pueden leer la historia completa: https://www.las2orillas.co/el-asesinato-del-profesor-alfredo-correa-de-andreis/
El otro caso emblemático sobre la desidia de Uribe presidente y su al menos complicidad con el crimen fue el asesinato del alcalde de El Roble, Sucre, Eudaldo Díaz, más conocido como Tito Díaz. El 1° de febrero de 2003 en un Consejo Comunitario de los que solía hacer Uribe en el municipio de Corozal, Díaz le dijo a Uribe con la voz nerviosa que lo iban a matar. Dijo que había acusado de corrupción al gobernador de Sucre, Salvador Arana Sus, quien en ese momento estaba sentado al lado de Uribe. A los dos meses de ese Consejo Comunitario, Eudaldo Díaz fue secuestrado y asesinado. Su cuerpo apareció tirado en un paraje del municipio del cual era alcalde. El principal sospechoso del crimen era el Gobernador Salvador Arana. Uribe, lejos de promover una investigación o quitarle el respaldo al sospechoso, lo nombró en un cargo diplomático en Chile. Hoy, Salvador Arana paga una condena de 40 años de prisión por el homicidio de Díaz, entre otros crímenes. Vea al final el video de las denuncias de Eudaldo Díaz en el Consejo Comunitario.
Estos son solo ejemplos de lo que significó el gobierno de Álvaro Uribe, de los que me quedarán faltando los casos de corrupción como Agro Ingreso Seguro por el cual fue condenado el exministro de agricultura Andrés Felipe Arias. Tampoco me detendré en las cifras históricas sobre desplazamiento forzado que se alcanzaron en su gobierno.
Reducir la resistencia frente a un eventual gobierno de Uribe a “odio” como si fuese un sentimiento infundado insulta la inteligencia y desconoce una parte importante de la historia. Los que pudieron regresar a sus fincas de recreo y a sus latifundios improductivos toman esto como un gran triunfo de la autoridad y la democracia, pero no es tal. El saldo humano fue desproporcionado, injusto y lamentable. El régimen del terror que atentó contra las libertades de prensa, la oposición política e incluso, la independencia de la justicia, emerge de nuevo como la sombra larga de José Asunción Silva en el rostro jovial y amable de Iván Duque en donde Uribe podrá ejercer su pretendido tercer mandato y quién sabe cuántos más, si logra acaparar el poder público como lo tiene planeado.
No es el “odio” por Uribe lo que motiva mi voto por Petro. Es creer que con Petro es posible un país distinto al que ofrece Uribe a través de Duque, en donde se respeten las libertades personales y se garantice la independencia de las ramas del poder público, en el cual sin duda habría una oposición fuerte y el control permanente de quienes han adherido a Petro que se muestran vigilantes. Uribe está relacionado con muchos crímenes que han dejado hondas cicatrices en los sectores más vulnerables del país y elegirlo garantiza su impunidad y la de los suyos. La oposición al mandato de Duque es casi nula con las mayorías en el Congreso y con todas las fuerzas políticas tradicionales de su lado. La oposición a Duque, es decir, a Uribe, solo se podrá hacer por la ciudadanía desde la calle y eso en un gobierno autoritario como el que se perfila es un riesgo inminente de violencia y represión.
Ese no es el país que quiero ni el país que me imagino. Las FARC deberán responder por sus crímenes ante la JEP y aunque hay una dosis indeseable de impunidad en ese mecanismo, al menos hay un vestigio de arrepentimiento y la esperanza de saber la verdad. Esas fueron las reglas que se acordaron y a eso se sometieron. Uribe ni está arrepentido ni quiere que se sepa la verdad. Todo lo contrario, cree que el país le debe décadas de pleitesía y está dispuesto a cobrarlas. Esa es la diferencia. Y esa diferencia es clave para elegir qué futuro quiero para Colombia.
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Dónde está la memoria sobre
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