Con esto el espacio se transforma. Ya no necesitamos estar físicamente cerca para interactuar, e incluso, encontrarnos. La tecnología puede ayudarnos con eso. Además, las redes sociales transmiten grandes flujos de información, y esto es vital para el desarrollo de mercados, medios de comunicación y procesos de toma de decisiones políticas.
No obstante, existen investigaciones que han advertido que el uso reiterativo y poco sabio de las redes sociales crea daños severos en el individuo a nivel de salud mental. Ansiedad, depresión, comportamiento adictivo hacia plataformas, aplicaciones y teléfonos inteligentes, fragmentación de la concentración, distorsión de las ideas que se tienen sobre el mundo y destrucción del pensamiento crítico –es decir, aquel que lleva a una persona a evaluar su entorno y hacer elecciones– son algunos de esos daños. A pesar de esto, existen usuarios que consideran que las redes sociales les han permitido acortar distancias, comunicarse mejor con sus seres queridos y “empoderarse” a través de la publicación de información siempre agradable sobre ellos mismos (en nombre de una “supuesta” libertad para decidir y mostrarse; si bien, rara vez entienden qué es esa libertad y qué implica). Estos mismos usuarios también sostienen que las redes impulsan la acción política y la opinión democrática, aunque para algunas investigadoras como Zeynep Tufekci es claro que las redes solo permiten crear movilizaciones instantáneas sin efectos duraderos en el tiempo. Las protestas se pueden organizar fácilmente por medio de las redes sociales, pero rara vez se ganan demandas a los Estados.
Por otra parte, hay usuarios que han experimentado violencias sistemáticas y crueles en las redes sociales, como el acoso sexual, la persecución a causa de las ideas políticas, la identidad étnico-racial y la confesión religiosa, y la invasión del territorio emocional propio por desconocidos. Para quienes hemos vivido esto es claro que las redes sociales son ambientes muy hostiles. Se necesita mucha sabiduría para identificar quién hace parte de nuestros espacios virtuales, a quién le dejamos interactuar con nosotros, qué deseamos mostrar y con qué propósito.
A la hora de reflexionar sobre si las redes sociales nos ayudan a llevar a cabo alguna transformación en la sociedad o erradicar las violencias y desigualdades que vivimos a diario, es importante tener en cuenta uno de los aportes más importantes de Audre Lorde al pensamiento social contemporáneo: “las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo”. Las redes sociales no son el instrumento adecuado para crear cambios positivos en la persona y la sociedad. De hecho, la opción de usarlas o no ni siquiera puede ser definida como una postura política. Estas no son útiles para erradicar injusticias ni cuestionar la violencia, puesto que son parte del mismo asunto: la estructura de explotación y opresión de clase. Las redes sociales, que son tecnologías, y al mismo tiempo, medios para el entretenimiento –tal como una maquina tragamonedas o un juego de casino–, aniquilan la individualidad y la comunitariedad.
El problema es que son vendidas como una alternativa de salvación para la economía y la política, y esto es un error inmenso. Colectivos políticos comprometidos con la justicia social usan las redes sociales para difundir información y caen en el engaño: creen que están cambiando el mundo, pero son parte del mismo sistema que los oprime. Divulgan información creyendo que contribuyen a la formación política a través de hilos de Twitter, notas de Facebook y videos de Instagram, pero no se dan cuenta que estos no encuentran eco en usuarios que ya perdieron toda su capacidad crítica. Si acaso, sirven para conocer personas con intereses políticos comunes. Todavía así, la formación política necesita una estrategia y una pedagogía que es contraria a la naturaleza de las redes sociales, cuya autopoiesis se da sobre la base de la degradación del raciocinio del usuario. Esta última es necesaria para la acumulación de beneficios económicos por los emporios tecnológicos que prestan servicios a los consumidores de redes y aplicaciones (Google y Facebook son excelentes ejemplos de esto). Ahora estamos hablando de la alienación.
Siendo tan sosas, las redes sociales cuentan con dispositivos y funciones necesarias para lograr la alienación de los individuos de su propia humanidad, quitarles poder para cambiar su entorno, construir crítica y aportar positivamente a revoluciones políticas, económicas y culturales. La inmediatez con la que fluye la información propicia reflexiones ligeras en los usuarios y estos suelen lucir como verdaderos idiotas. Ciertamente, las redes sociales se encuentran diseñadas para que estos se conviertan en un adictos; de ahí su comportamiento errático. En virtud de esta adicción, el usuario genera contenidos gratuitos para los emporios tecnológicos, que después son gestionados por estos para ser vendidos como paquetes de información a otras empresas y gobiernos, y así, obtener ganancias derivadas de un trabajo completamente des-asalariado, pero libre. El individuo-usuario se aliena de su propia vida, familia y comunidad, y desea vivir la fama fugaz que proveen las redes o participar de los beneficios económicos, así sean míseros. Por ejemplo, activistas feministas colombianas caen a menudo en la tentación de querer ser íconos y “marcas”, como si fueran un paquete de papas. Esto evidencia que el feminismo colombiano es más ideología burguesa que promesa emancipadora.
Quedan las siguientes preguntas: ¿es posible usar las redes sociales para crear grupos con intereses en la transformación política, social y económica de los países?, ¿sirven para una formación esencial que lleve a una revolución?, ¿son útiles para el cambio o solo profundizan la alienación que es necesaria para la hegemonía del capitalismo? Desde mi perspectiva, los grupos políticos revolucionarios pueden usar las redes sociales siempre y cuando tengan en cuenta que están jugando dentro de la misma estructura de opresión y explotación. Están tratando de destrozar la casa del amo con sus propias herramientas, y no sé si eso sea posible. Adicionalmente, hay que tener en cuenta que en las redes nos chocamos con la cultura que ha configurado el capitalismo, y con un tipo de dominación que funciona no solo en lo material, sino también en lo ideológico y lo psicológico.
Vivian Martínez Díaz
There are 2 Comments
Intetesante análisis. Una de
Respondo como autora del
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