El uso de los medios de transporte en las ciudades, carreteras y vías terciarias campesinas es cotidiano aún en este tiempo de pandemia.
Los reyes son los viajes a pie en barrios y poblaciones. La gente sale a caminar por diversos motivos, muchas veces en compañía de otros aunque la cuarentena ordene lo contrario.
Los viajes en el transporte público de la mayoría de las ciudades han disminuido en número por las restricciones de ocupación de los vehículos que han impuesto las autoridades. Esto, para prevenir los contagios en las aglomeraciones o para hacer más lenta la transmisión del virus Covid-19.
El transporte aéreo en Colombia aún está restringido y se espera que el primer vuelo piloto de unos 20 minutos de duración entre dos ciudades cercanas, después del cierre de los vuelos para pasajeros, se realice el 21 de julio.
Del transporte marítimo y fluvial no hay mayor información en los medios de comunicación pero es claro que los viajes de pasajeros en canoas, barcas y lanchas por ríos y mares continúan realizándose.
En Colombia, los viajes en vehículos particulares se permiten para las personas que desempeñan las actividades exceptuadas de acuerdo con las decisiones del gobierno nacional. El transporte intermunicipal aún sigue restringido y para moverse entre los municipios, los viajeros requieren reportar y esperar un visto bueno del Ministerio de Transporte.
Aparentemente todo está controlado, pero la pandemia continúa expandiéndose.
Las muertes por el virus que reporta el Ministerio de Salud al viernes 17 de julio es de 6.288 en los cinco meses corridos del contagio. Este número ya supera el de fallecimientos por siniestros viales en el acumulado de los doce meses del año 2013 (6.218) y continúa subiendo.
No bastan las medidas tomadas por los gobiernos para detener el ritmo del contagio si los ciudadanos urbanos y rurales no tomamos las medidas correspondientes a la autoprotección y al autocuidado. Con este virus, cuidarse uno mismo es también cuidar a los demás, cercanos y lejanos.
A uno no le cabe en la cabeza ver tantas personas creyéndose Superman, Superwoman, Supegirl y Superboy en las calles de Colombia.
Gente que se ve a sí misma como inmune. Como no ve el virus, no cree en su existencia.
Es común ahora ver a diferentes personas sin tapabocas, o con el tapabocas en el cuello o cubriendo a boca pero no la nariz. Esto sucede después de que se ha dicho hasta el cansancio de que el virus se transmite por vías respiratorias.
Imágenes de los noticieros de la televisión evidenciaron este fin de semana cómo algunos conductores de taxi no usan tapabocas y también recogen en la calle a pasajeros en zonas restringidas de ciudades como Bogotá.
Aunque la gran mayoría de conductores de taxi usan tapabocas y cumplen con las restricciones, la minoría que no lo hace pone en riesgo la salud pública y la integridad de toda la población. Igual lo hacen las personas que caminan sin tapabocas. O quienes no cumplen con las restricciones en el transporte público.
El autocuidado es de dos vías. Por una parte es del prestador del servicio de transporte y por otra del usuario.
Debe haber un acuerdo entre partes para el cuidado mutuo. Tanto prestador como usuario deben cumplir con la normatividad y con las restricciones. Si uno o ambos fallan se deja abierto el boquete para la transmisión del virus.
A estas alturas de la pandemia y con todo lo que sucede, me atrevo a afirmar que un tapabocas bien puesto, que cubre boca y nariz sin resbalarse, es signo de que quien lo porta es una persona solidaria.
Por el contrario, ya sabemos en la calle, en el vecindario o en la casa, quiénes no lo son. A ellos debemos invitarlos a la solidaridad.
De ahí la pregunta del título de hoy: ¿Somos solidarios?
Por favor, responda esta pregunta en la calle o al abrir la puerta de su casa con el tapabocas bien puesto.
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