A través de la historia, el periodismo se ha definido en función del valor de la objetividad y es en este punto donde diversos actores disputan los significados atribuidos a este. Del mismo modo que ocurrió (y ocurre aún) en la investigación social, la neutralidad, la imparcialidad y la indagación libre de valores han venido a determinar qué es un “buen” y un “mal periodismo”. En este sentido, un buen periodismo estaría constituido por el desligamiento personal entre el periodista, la información y sus fuentes. Por el contrario, el mal periodismo sería aquel que refleja las decisiones y posturas de quien trabaja la información, la pondera y le da coherencia.
Como resultado, se proyecta una visión dominante del periodista y su labor que no cumple con las necesidades de la audiencia. La información y las noticias generadas no apelan a los intereses de la ciudadanía ni a sus realidades. Por este motivo, el periodismo deja de cumplir su función en la sociedad. Esto facilita que los periodistas -conforme a sus propias motivaciones particulares- construyan alianzas con la clase política y el mercado para legitimar estereotipos, desigualdades, despojos, ideologías y violencias. Así, se hace necesario que las personas piensen que el periodismo opera en un vacío, que no tiene un origen claro, que no tiene filiaciones políticas y económicas, y que además, produce la “verdad absoluta” sobre lo que acontece en una sociedad. En medio de esto los periodistas jamás son cuestionados. Nunca se problematizan sus métodos para trabajar la información, presentar noticias y formar opinión. Se proyectan a sí mismos como sujetos omnipotentes y omniscientes frente a los cuales los ciudadanos pierden sus derechos.
Afortunadamente, gracias al avance de las tecnologías de la información y el desarrollo de redes de activismo transnacional, esta imagen dominante del periodismo y los periodistas se desmorona. En el escenario donde operan estas redes -compuestas por movimientos, organizaciones y acciones colectivas diversas- se produce conocimiento sobre la realidad. Una lección de estas redes de activismo, y del feminismo en particular, es que los conocimientos, informaciones y experiencias se encuentran política y éticamente situados. Como lo sostiene la antropóloga Xochitl Leyva en un libro reciente, una crítica feminista al objetivismo implica reconocer que lo que decimos está marcado geohistóricamente, que tiene un valor y un lugar de origen.
En la coyuntura electoral vigente se ha manifestado la decadencia del periodismo nacional. Ante la ausencia de un verdadero pluralismo informativo en Colombia, ciertas empresas de medios de comunicación y periodistas reconocidos se convierten en cómplices de la clase política tradicional. La exaltación de unos candidatos por encima de otros, la tergiversación de información sobre las propuestas de gobierno y la manipulación afectiva de los espectadores se vuelven parte de la rutina diaria de los programas de opinión, los canales de noticias y las emisoras radiales. Los periodistas empleados en estas empresas mediáticas se dedican más a difundir información engañosa. Por ejemplo, cuando se trata del candidato Gustavo Petro se hace notorio cómo algunos de ellos faltan a su obligación con la verdad, la verificación de información, la preparación previa y el compromiso ciudadano. Esto se expresó en la entrevista realizada recientemente a Petro en La F.M., la cual reflejó aspectos problemáticos de ética periodística que analicé en mi cuenta de Twitter.
Teniendo en mente este panorama deseo presentar mi apuesta por un “periodismo situado” en Colombia. Esta idea toma en consideración mi propia experiencia como académica y columnista, y se nutre de los aportes del feminismo, el activismo y la colaboración. Sostengo que el periodismo es un concepto plural, cuyo significado se define en contextos culturales, económicos, políticos y sociales específicos. El o la periodista se encuentran situados ética y políticamente, ya que su labor se determina en función de relaciones de poder. En estas participan actores como los grupos empresariales, los políticos, los movimientos y los líderes sociales. Al mismo tiempo, quien hace el trabajo periodístico está definido por su género, raza, etnia, clase, nacionalidad, confesión religiosa y condición de capacidad. La misión del o la periodista es, sin duda, hacer explícito todo esto en cada uno de sus productos. Esto último es un rasgo fundamental de su ética profesional.
Vivian Martínez Díaz
@VivianMartDiaz
There are 2 Comments
Excelente análisis. Muchos
Excelente análisis. Ojalá no
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