Pero no voy a hablar de eso, voy a hablar de mí. Puede sonar un poco pretencioso considerando que no tengo contactos con seres en altas esferas, ni bajo tierra, ni en el infinito ni más allá. Creo en Dios y con eso me basta. Creo que con la palanca celestial es suficiente. Pero tampoco quiero hacer jactancia por mi influencia con el de arriba, simplemente me quería presentar con ustedes, amables lectores(as) de una manera más formal. Es por aquello del mero acto de la cortesía.
Porque si usted lee a algún columnista, sería interesante saber algo del susodicho. No es que yo tenga una hoja de vida extensa, notable y llena de títulos rimbombantes para hacerle notar que usted me tiene que leer porque yo sé más que usted. No debe ser así. Y no lo es. Soy un diseñador industrial egresado de la Universidad Nacional. Luego hice un posgrado en multimedia en la misma universidad. ¿Y sirvió de algo? Nada aún. Por lo menos no he conseguido algún trabajo con el nombre de diseñador industrial o diseñador multimedia. Pero con el paso del tiempo descubrí una pasión y esa es la escritura. ¿Soy un renombrado escritor? Tampoco. Pero una buena mañana de abril, de esas lluviosas, empecé a escribir un blog. Algunas gotas caían sobre el cristal de mi ventana mientras mis dedos digitaban de forma armoniosa el teclado, como una sinfonía inspiradora, que generaba una mezcla fragancias de azafrán y violetas en mis sentidos, naciendo en mí un artista, un creativo, un loco poeta enamorado desquiciado. Bueno, nada de esto es verdad, solo quería endulzar un poco mis inicios, ya que en realidad mi primera inspiración llegó estando sentado en un baño público. La incomodidad de ver como las baldosas resplandecientes me permitía vislumbrar a la persona que compartía los mimos menesteres, y sospechando que al mismo tiempo esa persona lograría ver parte de mis vergüenzas, generó en mí una revolución, no solo intestinal sino inspiradora. Era necesario realizar una catarsis y sacar a la luz las injusticias que los ciudadanos de a pie, podrían experimentar en diferentes situaciones como cuando entran de afán al baño y necesitan una moneda de $200 para obtener algo de papel en el dispensador. Bueno, no son injusticias. Más bien son situaciones a veces caóticas, que causan escozor y fastidio temporal, pero con el paso del tiempo podemos narrar con jolgorio a nuestros amigos y familiares. Algunos quedan sellados en bóvedas secretas a cien metros bajo tierra para nunca más ser recordados.
Y me fui entonces por esa línea del humor y seguí escribiendo hasta que hice una compilación de artículos, y publiqué mi primer libro en el 2011: SE HABLA COLOMBIANO. Y digo publiqué porque hasta ahora no he obtenido una editorial que me publique. Lo hice de mi propio bolsillo, por aquello de calmar la fiebre y la emoción de ver mis letras (y caricaturas) plasmadas en el papel. Se fue un “jurgo” de plata pero la experiencia desde el punto de vista emocional fue reconfortante, satisfactoria. Y este impulsó no paró allí porque seguí publicando y en el 2012 saqué una revista de historietas llamada LOS MONACHOS DE LEQUERÍN. En el 2014 publiqué la segunda parte de SE HABLA COLOMBIANO, y aún tengo varias cajas de libros por vender. Las tengo en la sala y al que se le ofrezca no es sino que avise y me hace el pedido. No quiero que esto suene a publicidad, pero realmente quisiera despejar la sala porque quiero hacer una remodelación.
Escribir a veces no es fácil. A veces no fluyen las ideas, y hacer que parezcan graciosas lo complica más. Pienso que escribir es un buen ejercicio de catarsis, de desahogo, para quitarse uno pesos de encima, en mi caso publicar me quitó bastantes pesos, y hasta dólares porque para el primer libro un diseñador me cobró en esa moneda. Pero como les dije a mi no me dolió esa inversión. Cuando uno descubre algo que lo apasiona, encuentra uno un sentido en la vida. Si me pagan por eso, mucho mejor. Aún no trabajo en la escritura tiempo completo. Soy un escritor aficionado y ahora tengo el privilegio de encontrar un espacio en la revista Enfoque, a quienes mando un saludo muy especial. Aprovecho también para mandar un saludo a mi apá, mi amá, y a todos mis patrocinadores, quienes me han apoyado en esta carrera, a la gente de Sáchica, de Villa de Leyva, también la gente del barrio Normandía en Bogotá, que compartieron en mi infancia varios partidos de fútbol y juegos de niños. Bueno, no me extiendo más porque a la larga a la gente no le interesa saber quién soy yo. Digo, lo hago es por decencia, para que no se pierdan los valores, el saludar y despedirse, todo eso. Con permiso me despido y nos vemos en la otra columna si el contacto celestial, el de arriba, nos da salud y licencia. Chao.
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