Más allá de las acciones de los medios de comunicación en el cubrimiento de estos hechos –que tuvieron como consecuencia la conversión del dolor de las víctimas en espectáculo, tal y como aconteció con W Radio–, las denuncias nos llevan a reflexionar sobre el rol de la oposición progresista en el desmantelamiento de una de las estructuras que sustentan el capitalismo contemporáneo y la desigualdad socioeconómica en Colombia: la opresión basada en el género.
La primera denuncia fue hecha por Patricia Casas, cónyuge de Hollman Morris. En una entrevista con W Radio, casas afirmó que sufre violencia económica e intrafamiliar. Según ella, desde que Morris es el proveedor principal del hogar tanto ella como sus hijos han tenido que pasar hambre, enfrentar deudas, cobros jurídicos y cortes de servicios públicos. Todo esto va en detrimento del bienestar y la calidad de vida del núcleo familiar que está a cargo de Morris. Casas también explicó que hace veinte años no trabaja y que Morris no valora su rol como gestora del hogar, llegando a decirle “mantenida”. Durante la entrevista, Casas reivindicó su rol como madre y persona responsable del hogar. “Yo trabajé veinte años cuidado a mis hijos y el hogar. No permito que me digan que soy una mantenida. Este es un oficio que se debe respetar”, sostuvo Casas.
La violencia económica es un tipo de agresión basada en el género que surge en sociedades patriarcales donde se presentan divisiones sexuales del trabajo muy marcadas y diferencias de clase acentuadas. Es un fenómeno necesario para la reproducción y la permanencia del capitalismo en tanto sistema de opresión global. Este tipo de violencia también hace parte de un concepto más amplio conocido como “violencia de género”. En el Diccionario de estudios de género y feminismo, Susana Velázquez afirma que la violencia de género “comprende todas las manifestaciones de violencia que se ejercen contra las mujeres en el ámbito privado y en el público”. Por su parte, María Emilia Ginés explica que la división sexual del trabajo está dada por una concentración de las mujeres en tareas domésticas y determinados puestos de trabajo, produciéndose asimetrías entre estas y los hombres. La segregación de mujeres al trabajo doméstico no remunerado hace parte de la división sexual del trabajo imperante en países como Colombia. Esta posibilita distintas modalidades de violencia económica. Es en este contexto donde emerge el tipo de agresiones ejercidas por Morris.
Posteriormente, a través de redes sociales como Twitter y Facebook salieron a relucir otras denuncias. La periodista y académica María Antonia García de la Torre denunció haber sido besada a la fuerza por un hombre que fue Trending Topic (TT) por violencia doméstica en Twitter. “Por el momento diré que el hombre que me acosó y me besó a la fuerza fue TT ayer por un caso de violencia doméstica”, trinó García de la Torre. Por otra parte, Lina Marcela Castillo denunció que también sufrió acoso sexual por parte de Hollman Morris cuando trabajó en el Concejo de Bogotá. Su denuncia fue publicada en su cuenta personal de Facebook.
En una entrevista con la FM, Castillo relató lo siguiente:
“Yo trabajé como apoyo normativo entre el 2016 y el 2017. Salí de la oficina [de Morris] por temas y problemáticas de agresión y violencia. Estoy siendo amenazada, acosada y perseguida en redes sociales. Mis cuentas y mis números están siendo intervenidos. He estado recibiendo llamadas y presenciando el fanatismo de Hollman Morris. Incluso, hasta su jefe de prensa, el que [me dijo] que no hablara ni me pronunciara respecto al tema. Estoy aquí, haciendo un llamado a no ser cómplices”.
La experiencia de acoso de Castillo está unida a cuestiones de identidad racial.
“Yo soy de rasgos morenos. Un día empezó el primer comentario alusivo al tema de que ‘quería estar con una morena’ y me picaba el ojo […]. Una vez salimos a almorzar con todo el equipo, el cual me pidió que me sentara junto a él y él me tomó de las piernas. En ese momento empecé a distanciarme de él, de todo el equipo, a distanciarme de toda la parte del trabajo y lo laboral”.
Como lo expliqué en una columna publicada en este medio, el acoso sexual es una conducta agresiva que incorpora actos sistemáticos de hostigamiento, humillación e intimidación de personas por parte de individuos que ostentan un gran poder. El acoso es también una modalidad de violencia de género inherente a sociedades patriarcales, clasistas y racistas como la colombiana. Quien ejerce el acoso tiene poder, y este resulta de privilegios raciales, económicos y políticos. Los agresores suelen camuflarse, incluso, en su propio prestigio. En el acoso de Morris contra Castillo vemos, precisamente, la expresión de ese poder que valida la violencia emprendida por hombres blancos, heterosexuales y ricos.
Ante las acusaciones, Hollman Morris explicó que no estaba incurriendo en violencia intrafamiliar y doméstica. En entrevista con la periodista Vicky Dávila, Morris dio explicaciones sobre su conducta, su adicción a las drogas y pidió excusas por haber ejercido acoso contra otras mujeres. Sin embargo, asegura que la denuncia de su cónyuge tiene asidero en una persecución política por parte del Uribismo. “Patricia y mi familia están siendo rehenes de quienes han sido mis más enconados enemigos en la vida. Detrás de esto está el entorno de Álvaro Uribe Vélez”.
Algunas lideresas y congresistas de la Colombia Humana como Ángela María Robledo y María Mercedes Maldonado exigieron explicaciones a Hollman Morris. La segunda pidió que se le excluyera de toda actividad del movimiento político. Adicionalmente, mujeres que integran los nodos que dan forma a la Colombia Humana repudiaron los actos de Morris y solicitaron tomar medidas. Esto es positivo.
Sin embargo, considero que si ese movimiento, sus activistas y sus líderes no comprenden que la opresión de género es una de las estructuras que sostiene la explotación capitalista en Colombia, es risible que se denominen oposición. Si no se transforman colectiva e individualmente para destruir tales estructuras, no serán capaces de restituir a las mujeres trabajadoras, pobres y racializadas de su situación de injusticia histórica. La Colombia Humana tampoco será capaz de transformar el modelo económico y la forma tradicional de hacer política desde la raíz. Me pregunto: ¿les interesa ser oposición para perpetuar las estructuras de opresión y parecerse cada vez más a la clase dirigente, en lo cotidiano y en lo público, o hacer las revoluciones que Colombia necesita para que la población tenga una vida digna?
Lo anterior va más allá de la vieja idea feminista de que “los machos existen tanto en la izquierda como en la derecha”. Esa afirmación no puede darse por sentado, puesto que es un fenómeno que no se da justamente en el vacío. La opresión basada en el género y la violencia contra las mujeres ejercida por políticos y militantes progresistas se da porque no hay una conciencia real de lo que hay que derrotar: el capitalismo. De ahí que estos sigan perpetuando las mismas desigualdades, violencias, despojos y opresiones que valida la derecha. El progresismo y la derecha en Colombia, siendo ideológicamente tan diferentes, cabalgan sobre las mismas opresiones, las validan y las legitiman. ¿De dónde sale tal contrasentido?
Vivian Martínez Díaz
Añadir nuevo comentario