Dom, 03/14/2021 - 10:57

Yo no he triunfado un solo día de mi vida

Como esa canción de Nicola di Bari, yo no he triunfado un solo día de mi vida. Lo mío ha sido la derrota y he ido de derrota en derrota, que es como decir ir apartándome de los deber ser, de los deber poseer, de los deber pensar, hacer y, sobre todo, parecer.

He fracasado una y otra vez bajo los estándares de otros, los grandes estándares, los grandes moldes, los grandes y grandilocuentes números que usan para medirnos y controlarnos y encerrarnos. No he recibido premios ni reclamado millones y millones por escribir, que ha sido mi única causa. Tengo pocas páginas publicadas y en cambio muchas, aunque podrían ser más, de historias y personajes que nadie ha leído. Pretendo que mi obra sea lucha, una que me sirva al menos para no ser encasillado, metido dentro de un molde, evaluado y medido como cualquier mercancía. En últimas, pretendo que mi obra –o lo que espero que sea una obra, algún día- me sirva para ser humano, simplemente eso, con defectos y miedos y carencias y un largo etcétera.

He fracasado por no poseer: ni cuentas bancarias con ceros y ceros y ceros a la derecha, ni títulos inmobiliarios, ni lujos, ni botellas de licor costosas y exclusivas. Y podría seguir enumerando fracasos: con viajes, con libros, con títulos universitarios, con las etiquetas de escritor, cuentista, ensayista y poeta y otro largo etcétera. He fracasado bajo la mirada de lo impuesto. Y lo agradezco.

Fracasar me ha permitido seguir intentando, seguir luchando, seguir escribiendo. No haber escrito mi mejor historia me ha permitido seguir buscándola en cada página, porque qué voy a escribir después de escribir mi mejor historia. Desde allí, desde el fracaso y solo desde allí, pude entender que la derrota es seguir haciendo. La derrota es voluntad, si se quiere, o la obstinación de seguir, la necedad de la que hablaba Silvio Rodríguez: la necedad de lo que hoy resulta necio, la necedad de vivir sin tener precio.  El hacer es la lucha y la lucha, camino, y el camino, vida. Ser un derrotado es seguir caminando, seguir abriéndose paso, seguir reclamando un lugar. Ser un derrotado es resistir y yo quiero ser la resistencia, estar tras las barricadas y lanzarle piedras a lo establecido, a la comodidad de lo impuesto, porque lo impuesto es la violencia del Poder institucionalizada: la patria y sus fronteras y sus balas, la propiedad privada y sus transacciones y su destierro, el amor y sus contratos y sus fórmulas.

Por la derrota, o gracias a ella, quizás, le he apostado a las palabras sin contratos ni mandatos, que vienen a ser lo mismo o eso suelo creer. Por la derrota, por estar al margen, fuera de alcance de los reflectores, sin poses ni fotos frente a estantes llenos de libros con una sonrisa ensayada, he podido escribir lo que he querido o más bien lo que he podido, parafraseando a Borges

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