A ti que con tu dulzura y belleza lo tienes todo y nos posas a tus pies,
a ti que la vida late y emerge tus cálidas entrañas y nos regalas la preservación,
que con tu desnudez nos seduce hasta el alma misma y nos doblega.
Demoniacamente y angélicalmente bella.
Así eres; la amiga, la compañera, la confidente, la guerrera, la furtiva, la cómplice de nuestros tortuosos y largo caminos, la incondicional.
Tú que llevas tatuada en la piel el salvajismo hostil de la pasión y en tus labios dorados impregnas el banquete empalagador de la miel.
Tú que andas libre como el viento y nos haces prisioneros testaduros de tu locura.
Tú que eres frágil ante el desamor pero fuerte ante los desafíos.
Te he soñado en mis lúgubres noches como espejismos pasajeros recordando tu ténue perfume natural y tu sensibilidad al amar.
Símbolo de lo imposible y lo inmutable.
Este necio corazón mío que vive prisionero al libre goce de tu amor, cautivo terco a tus cadenas.
Siempre latente, siempre sublime, siempre mujer.
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