Dom, 02/21/2021 - 12:22

A golpes y cachetazos

Una vez más, sin ninguna vergüenza alguna, lo negarán, como lo han negado siempre: que su única ideología es el Poder, así, con mayúscula, con todos los hilos detrás de este, que no son más que cuerdas para amordazar y ahorcar. Ni libertad, ni seguridad, ni democracia. Poder, a secas, fundado a golpes y cachetazos, como dice aquella canción de Piero.

Por Poder han hecho, hacen y harán callar, y por Poder desaparecen y matan, mientras en el camino señalan y hacen montajes para justificarse: son buenos muertos, dicen, y una palabra suya basta para condenar. Su ideología es el Poder, pero la llaman amor a la patria, y cuando dicen esto, lo hacen sabiendo que la patria son ellos mismos, con sus cuarteles militares, con sus estatuas, con sus libros mandados a escribir a conveniencia,  con sus medallas, sus condecoraciones y sus operaciones milimétricas, con sus encubrimientos y sus persecuciones, con una historia sellada al calor del plomo disparado por mercenarios pagados por ellos.

Negarán que han pasado por encima de todos para mantenerse arriba. Negarán que han hecho leyes a su medida y que han creado periódicos y noticieros que digan lo que a ellos les conviene que digan, y cuando alguien los señale, usarán los mismos medios para desacreditarlo, para ridiculizarlo y en últimas, para silenciarlo. Negarán que añoran el Poder sobre todas las cosas: las leyes, las tropas, las vidas, las consciencias, y que quieren hacerse con todo, bien sea con dinero o con balas. Negarán que son la trampa y la muerte. Negarán que son la causa de tanto destierro, de tanta desolación y luego rezarán, convencidos que su Poder es tan Divino como terrenal: ellos, los elegidos, los iluminados, los fundadores, los salvadores, los grandes depositarios de una virtud irrefutable.

Cada vez que una voz, de aquellas no han podido comprar o silenciar, se levante para culparlos, para señalarlos como perpetradores del horror y para decir, por ejemplo, que se atrevieron a matar indefensos, colgándoles un letrero de enemigos para minimizar su muerte y así volverlos víctimas dos veces, se atreverán a negarlo, como siempre, sin que se les borre la ensayada mueca de indignación de la cara, sin que les tiemble la voz cuando digan que todo es un montaje, una desacreditación, una persecución, que nada pasa de ser un daño colateral, un mal necesario, un caso aislado.

Habría que ser voz y puño que se levante para decir, para gritar, que el Poder es culpable, que nadie sentado en aquel trono es inocente: coroneles, generales, ministros y presidentes. Habría que sumarse y seguirse sumando para no olvidar y para que el mundo a que pertenecen tenga cada vez menos espacio.   

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