La corrupción forma algo inseparable en nuestra naturaleza. Por extensión, no podía faltar en la situación actual de pandemia.
Todos queremos pasar página, olvidar esta situación, vivir en una normalidad real. Actualmente eso pasa por vacunarse. En todos los países se ha optado por seguir unas pautas parecidas, donde primero se vacuna a los ciudadanos que se encuentra en mayor situación de peligro de mortalidad y luego se irá vacunando al resto de población.
Ya me veía venir que por el camino se perderían algunas y nadie daría explicaciones. Como si yo misma fuera una Casandra del siglo XXI, supe que una vez que llegaran las vacunas y se supiera de su seguridad y eficacia, daría igual. Porque no nos engañemos los muertos, esos que son números sin apellidos ni nombre, nos dan igual. A la sociedad los números no le importan y por ello, se muestran como número, para que esa anestesia propia del dato aséptico no nos afecte en la moral. Si todos esos nuestros tuvieran cara, nombre, apellidos y familias… Nos habríamos quedado en casa, pese a todo.
Son pocos los países que no tienen ya algún escándalo de corrupción con el tema vacunación. Vacunas que desaparecen para ser vendidas a precios desorbitados. Políticos que las usan para vacunar a sus familias, allegados y compañeros. Mientras los ancianos (que deberían ser los primeros en vacunarse) siguen cayendo, llenando tanatorios que trabajan las 24 horas del día para que los cuerpos no se acumulen.
La corrupción lo envuelve todo, esa entrañable compañera histórica nos demuestra una vez más como la mezquindad siempre será la reina en situación es de desesperación.
Un año de pandemia, es demasiado tiempo. EL miedo, con la tercera ola y la peligrosidad de la cepa británica, marca el pavor como bandera. Justamente entonces rige el: Sálvese quien pueda.
Todo ello, pese a que lo comprendo porque entiendo la naturaleza humana, no deja por ello de darme un profundo asco. Me hace sentir desprecio por una sociedad que no es solidaria, que como siempre abusa de su poder. Tras tantos meses de auto confinamiento con salidas mínimas, tras haber pasado la enfermedad y todas las cosas que han acontecido en mi vida y se han visto apesadumbradas por la sombra del COVID-19, la decepción ante el egoísmo se traduce en un trago amargo que ya sabía que iba a ser desagradable al paladar.
Nunca aprendemos, parece que no evolucionamos. No sé si los votantes somos unos tontos confiados o que el poder corrompe. Pero en diferentes países con diferentes partidos políticos gobernando… y el actuar siempre tiene el mismo perfil.
La negligencia y el egoísmo nunca fueron buenos compañeros, mientras los ciudadanos sobrevivimos sin que nadie nos arrope por las noches.
Añadir nuevo comentario